En el jardin de Mayo - EEJDM - Capítulo 105
Era el momento en que la excesiva amabilidad y favor de la marquesa se volvían un poco más comprensibles. ¿Una dama de la familia Somerset? Como había pasado mucho tiempo viviendo lejos de Ingram, para Alice ese nombre todavía sonaba como el de una familia noble respetable.
Aunque no lo había planeado, Vanessa se sintió avergonzada de haber engañado a la marquesa. Con las mejillas ligeramente sonrojadas, se apresuró a responder:
—En Ingram, yo… no estaba en una posición tan buena.
—Aun así, el trabajo de tutora no será fácil de soportar.
Como temía Alice, el desprecio hacia las tutoras estaba implícitamente extendido en la alta sociedad. Su posición social tampoco era muy buena, y además, era soltera y estaba embarazada. Vanessa apretó las manos sobre su regazo. Ya estaba preparada para enfrentar miradas discriminatorias.
—Quiero ahorrar dinero mientras pueda. No sé qué pueda pasar en el futuro.
Alice miró a Vanessa pensativamente y luego preguntó en un fluido idioma lantés:
[¿Fuiste buena estudiante?]
[Me avergüenza decirlo, pero sí, era bastante buena.]
Vanessa respondió humildemente, abrió su bolso y sacó cajas con medallas otorgadas a estudiantes de alto rendimiento y sus certificados académicos. Cuando decidió dejar Gloucester, esto fue lo primero que empacó. Lo mismo sucedió cuando decidió dejar al duque.
Porque esto era algo que nadie podía quitarle, ni despreciar arbitrariamente: era un logro que había conseguido con su propio esfuerzo.
[Pensé que sería bueno ser tutora, así que traje todos mis certificados de los últimos tres años. Aunque no he usado mucho el lantés, así que no soy muy fluida.]
—¡Oh, Dios mío! ¿Es de Saint-Louis? ¡Y además, la mejor de su clase en todas las asignaturas!
En ese instante, los ojos castaños y amables de Alice brillaron con una luz. Aplaudió como una niña, llena de alegría.
—Entonces, hagamos esto.
El entusiasmo de Alice era tan grande que una cálida energía parecía extenderse por todas partes.
—En mi casa hay un niño que el año que viene cumplirá once años. Todo lo demás está bien, pero es un desastre con las matemáticas y las ciencias. Y mi idioma de Ingram no mejora como yo quisiera. De verdad, qué terco es, ¡solo quiere hablar lantés!
Alice se quitó el relicario que llevaba al cuello y le mostró la foto de un niño pequeño que contenía. La sonrisa del niño, de aspecto vivaz, se parecía un poco a la de Rosalyn. Fue un momento en que, contagiada, también sonrió ligeramente.
—¿Qué te parece si vienes cinco veces a la semana a ayudar a mi hijo con sus estudios? No hay problema si no vives aquí en la mansión. Dos horas de matemáticas por la mañana, almuerzas aquí con nuestros empleados, y luego unas dos horas de ciencias por la tarde, sería perfecto.
—Claro, para mí sería muy agradecido y una gran propuesta, pero…
Vanessa dejó la frase en el aire con una expresión de perplejidad. ¿Era correcto mantener un contacto continuo con una aristócrata de alto rango de la región? La idea de Blair de buscar a su tía había sido aceptada inicialmente debido a la cultura particular de Lant. Allí no se podía conseguir una propiedad sin la intermediación de una persona de confianza.
Por eso, una vez que recibiera las llaves del apartamento, no tenía intención de volver a contactarla, pero……
—Por favor, no lo rechaces. Es tan difícil encontrar una tutora bien educada hoy en día. No te pediré nada más. Si tienes algún inconveniente mientras vives en Amiens, te ayudaré un poco.
—……
—Deja que la amiga de Blair haga eso por ti.
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Vanessa se bajó del coche siguiendo a Alice y miró lentamente a su alrededor. La calle, llena de edificios, estaba limpia y el exterior de las construcciones era pulcro. Aunque no era un apartamento de
lujo donde vivían las clases altas, era un lugar con un mínimo de dignidad.
Abrió la puerta de hierro y subió por las escaleras limpias hasta el piso superior, donde se veían tres puertas de madera con paneles numéricos. Bajo la supervisión de Alice, Vanessa firmó los documentos de compraventa paso a paso y pagó el saldo. Después, recibió del administrador del edificio la llave con el número 301.
—La llené un poco con los muebles que usaban los sirvientes porque estaba demasiado vacía. Aún así, tendrás que comprar algunas cosas más. Creo que todavía no tienes ni una manta para dormir.
—Muchísimas gracias, señora.
—Solo llámame Alice. Yo te llamaré Señorita Liber la próxima vez que te vea.
Señorita Liber. Vanessa dudó un momento ante el tratamiento, al que no se acostumbraba del todo. Alice, al notar su vacilación, sonrió comprensivamente.
—Tenemos que acostumbrarnos a los nuevos nombres lo antes posible. Para que, sin importar cuándo o en qué situación nos llamen, podamos reaccionar como si ese nombre fuera nuestro desde siempre. Los de Lant son bastante excluyentes con los extranjeros.
—Seguiré esforzándome.
—Hoy desempaca y descansa bien. Las clases comenzarán el próximo lunes.
Alice echó un último vistazo al interior del edificio, le dio una palmadita en el hombro a Vanessa diciendo que no era necesario que la despidiera, y bajó las escaleras. Vanessa recogió la bolsa de cuero que había dejado en el suelo y metió la llave en el pomo de la puerta.
Tan pronto como la puerta se abrió, lo primero que vio fue un balcón luminoso. A través de la gran ventana abierta de par en par, la cálida luz del sol otoñal se derramaba en el salón, y las cortinas blancas ondeaban con el viento. Una sencilla alacena y cómoda, una robusta mecedora y un amplio escritorio que podía usarse como mesa de comedor estaban colocados en cada rincón, y la chimenea estaba impecablemente limpia.
Al abrir lo que parecía ser una puerta de un armario, apareció incluso un dormitorio que, aunque estaba lleno por una sola cama, parecía acogedor. Vanessa dejó su bolso sobre la cama y salió al balcón. Se apoyó suavemente en la barandilla y contempló el paisaje distante.
Una hermosa calle bordeada de árboles de hoja perenne, un campanario alto y blanco, el tenue sonido de risas de niños en el callejón, y la vista de hombres en bicicleta y una niña llevando un paquete de comestibles. A lo lejos, un tranvía entraba lentamente en la estación mientras palomas blancas se elevaban al cielo al unísono. La escena, sumamente pacífica, tranquilizó su corazón por sí misma.
—Qué bien…..
Era un pensamiento que se le escapó sin querer. La ansiedad que había sentido al dejar Ingram ya no estaba por ninguna parte. Sentía como si por fin hubiera llegado a la habitación propia, un refugio seguro, que había anhelado desde la infancia. Vanessa sonrió, sintiendo un profundo alivio. Se llenó de confianza en que, a partir de ahora, realmente podría hacer cualquier cosa.
Qué bien había hecho en irse.
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Siento que voy a morir. Ni siquiera recordaba cuándo había logrado cerrar los ojos y dormir profundamente. ¿Tres días? ¿Una semana? Quizás habían pasado más de diez días. El cansancio que le oprimía todo el cuerpo no desaparecía, y, por ello, todos sus sentidos se embotaban lentamente.
Theodore se apartó el cabello desordenado con las manos mojadas. El agua, que se deslizaba por su piel áspera, se acumulaba en su afilada mandíbula y luego caía sobre la superficie del lavabo lleno de agua. Sus ojos, que antes tenían una mirada fría y penetrante, se distorsionaron de repente.
Lentamente, levantó la cabeza y se miró en el espejo. La imagen que se reflejaba era extraña, como la de alguien a quien veía por primera vez. Al menos, era el rostro de un hombre que nunca había visto antes. Irritable, ansioso, desesperado como una bestia hambriza… La razón por la que había llegado a este punto era innegablemente una sola.
Desde que ese sueño maligno, quizás terrible, comenzó a visitarlo día y noche. El sueño siempre comenzaba con una vista de espaldas. Cabello dorado como un velo, un hermoso jardín, una mano suave que levantaba a un perro que corría, y la mujer que se volvía al sentir su presencia. Una sonrisa brillante.
—Theodore.
El momento de escuchar esa voz era el más miserable. Porque inmediatamente se daba cuenta de que era un sueño. Porque sabía que era una alucinación, una ilusión auditiva, un pantano terrible y sórdido. Y una vez que se despertaba así, no podía volver a dormirse. A veces se sentía como un atolladero del que no podía escapar. Algo andaba mal, eso era seguro, pero la impotencia de no saber cómo arreglarlo era frustrante.
Lady Vanessa ya no debería ser especial para él en lo más mínimo. Su promesa de no huir había captado su corazón, y sus esfuerzos por mantener su posición diligentemente habían captado su atención. Su rectitud, que consideraba a los demás antes que a sí misma en cualquier situación, era encantadora.
Pero al final, ella desapareció. Abandonando todas las dulces promesas que había pronunciado con esa pequeña boca. No había razón para recordarla. Tampoco había razón para echarla de menos. Sin embargo, muy de vez en cuando…
—……
Respiró lenta y laboriosamente. Repitió conscientemente: inhalar, exhalar, volver a inhalar… Quizás su angustia surgía de la incapacidad de comprenderla.
¿Por qué rompió la relación de esa manera? ¿Desde cuándo lo había planeado? ¿No había otra forma que irse? ¿Desde cuándo, exactamente, renunciaste a hablar conmigo…? A veces, todavía no podía creerlo.
Que entre nosotros dos, no quedara absolutamente nada.
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Eliz_2000
Me desespera que no se dé cuenta de todo lo que hizo mal 🤔