Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 67
Ojalá no fuera Maxim von Waldeck.
Pero el ‘ojalá’ no tardó en convertirse en un ‘sabía que sí’.
Una voz familiar retumbó suavemente en sus oídos. No necesitaba abrir los ojos para confirmar que era él.
¿Cómo no iba a reconocer la voz de su único y pervertido esposo? Su trabajo la había hecho siempre muy sensible a los sonidos, ya fueran voces o pasos.
Y desde la noche de bodas —desde que empezó a evitar a su marido— Daisy se volvió aún más receptiva a la presencia de Maxim.
Sintió un soplo cálido, como un viento cosquilleante, rozándole el lóbulo de la oreja.
‘Este cabrón, otra vez a propósito…’
Le hervía la sangre, pero no podía reaccionar. Estaba fingiendo dormir.
Daisy, de oído sensible, tuvo que apretar con fuerza los dientes para no estremecerse.
¿Qué hago, qué demonios hago?
Detrás de sus párpados cerrados, sus ojos se movían inquietos.
Maxim tenía un don casi sobrenatural para notar cuando ella fingía dormir.
Y si seguían así, en cualquier momento él lo notaría.
—A las personas que duermen de verdad no las toco. Pero si estás fingiendo… eso ya es otra cosa.
Esa lógica torcida, que él le soltó la primera vez que casi la penetra mientras ella fingía dormir, no paraba de resonarle en la cabeza.
Aquella frase podía interpretarse de otras maneras:
‘Si finges dormir, entonces sí te toco.’ O peor aún:
‘Si no estás dormida, entonces tengo que tocarte.’
De cualquier forma que lo viera, y conociendo su historial, estaba claro que la situación era peligrosa.
Y además… ¡tenía a su tía dormida justo al lado!
Si pudiera quedarse dormida de verdad en un segundo, lo haría sin pensarlo. Pero, claro, eso era imposible.
‘No puede ser… no se atrevería con su tía aquí. ¿Verdad?’
Pero esa esperanza ingenua no servía de nada frente a un hombre como Maxim von Waldeck: su degenerado esposo que había pasado de ‘adicto sexual en potencia’ a ‘adicto sexual en fase terminal’ como si fuera una meta de vida. Un tipo que tuvo una erección en su boda y que, sin ningún respeto, consumó su noche de bodas en un lugar público.
¿De verdad iba a detenerse por algo tan trivial como la presencia de otra persona?
¡Maldita sea, esto me va a volver loca!
Tan solo de pensarlo, sentía que su mente se nublaba.
Mejor sería desmayarse de una vez. Si pudiera hacerlo a voluntad, sería un regalo del cielo.
—¿La pasaste bien hoy?
¿Debería contestar? ¿O seguir fingiendo?
Mientras dudaba, unos labios rozaron suavemente su mejilla.
—Entonces, me iré a duchar.
Maxim salió de la habitación dejándole solo un beso corto. Clic. Se cerró la puerta.
Los pasos se fueron alejando y, solo después de un rato, Daisy se atrevió a abrir los ojos con torpeza.
‘…¿Solo vino a saludar?’
Miró alrededor. Todo seguía oscuro. A su lado, la anterior gran duquesa dormía plácidamente.
Por suerte, parecía que él no esperaba una respuesta.
Solo vino, le dio un beso… y se fue sin más. Sin mirar atrás.
¿Entonces esta vez no se dio cuenta de que estaba fingiendo dormir?
Si lo hubiese notado, ese esposo pervertido —tan entregado al arte de fastidiar a su mujer— ¿no habría regresado ya a la habitación?
Contuvo la respiración mientras seguía mirando la puerta.
Nada. Ni un sonido.
‘…Me asusté por gusto.’
A fin de cuentas, él no era un dios omnipotente, solo un lunático con ínfulas.
No podía descubrir cada vez que ella fingía dormir. Aquella vez debió ser simple casualidad.
Además, lo único que había hecho hoy era dejarle un beso en la mejilla. Ni siquiera tenía motivos reales para sospechar.
Daisy se repitió esas ideas en su mente.
‘Menos mal.’
Sí, quizá Maxim von Waldeck no estaba tan loco como había pensado.
Siempre actuaba como un completo desquiciado, y eso la llevaba a suponer lo peor.
Como, por ejemplo… cometer un acto incestuoso al lado de su tía dormida.
Una barbaridad así.
Pero, en realidad, no era tan extraño que ella pensara mal.
—Si le falto el respeto a mi esposa, aunque mi tía fuera mi madre, acabaría siendo un bastardo sin remedio.
—Por eso se lo advierto antes de cometer la atrocidad. ¿Me entiende?
Después de todo, él mismo había hecho ese ‘aviso’ frente a su tía el día que volvió a casa.
¿Cómo no desconfiar de un hombre que anunciaba sus fechorías con semejante descaro?
‘Quizá solo lo dijo para asustarme.’
Tal vez no era más que una advertencia simbólica.
Como aquella vez en que reprendió a Karen para poner en su sitio a las doncellas.
Quizás fue una forma de marcar límites: ‘No traten mal a mi esposa’.
Y pensándolo bien, desde aquel día, Maxim no había vuelto a faltarle el respeto a la anterior Gran Duquesa.
Claro, eso también podía deberse a que Daisy misma se encargó de tratarla con respeto primero.
Aun así, parecía que mientras nadie tocara lo que él consideraba suyo, Maxim no se metía con nadie.
‘Si no fuera un pervertido… hasta sería un buen hombre.’
Era guapo. Siempre estaba de su lado.
Tenía dinero, poder, y un talento fuera de lo común.
Pero luego…
—¿Lo oye? Ese es el sonido de nosotros follando.
—Ese es el ruido que hace cuando Daisy me está devorando la polla. Escúchelo bien.
Un mismo hombre.
Un degenerado que soltaba ese tipo de obscenidades sin pestañear.
Incluso al recordarlo, a Daisy se le erizaba la piel. Qué repugnante, qué indecente.
‘Tía… su único sobrino… ¿qué demonios le pasó?’
Miró el rostro dormido de su tía y suspiró con resignación.
‘No fue nada. Mejor duermo de una vez.’
No era tan raro que un esposo saludara a su esposa dormida después de volver de la calle.
Al contrario, eso es lo que haría un marido cariñoso.
Daisy se esforzaba por justificar la conducta de su marido.
Al menos, esta habitación seguía siendo su zona segura.
Claro, no era lo más normal del mundo que alguien entrara así, sin avisar, en la habitación donde dormía su tía…
Pero al final, la ‘normalidad’ y la ‘anormalidad’ son cosas relativas, ¿no?
Solo con que su marido pervertido se hubiera ido sin hacer nada, Daisy ya se sentía agradecida.
Todo estaba tranquilo. Tumbada así, poco a poco el sueño empezaba a apoderarse de ella.
Justo cuando comenzaba a caer en un sopor ligero, con la mente flotando entre la vigilia y el sueño, **escuchó unos pasos conocidos acercándose.
Daisy, que había estado acostada boca arriba, sintió que el nerviosismo le volvía a subir por la espalda.
De inmediato se giró, dándole la espalda a la puerta y acurrucándose hacia su tía.
…No. Tiene que ser un sueño. Solo eso. No puede ser real…
Clic—. Crrrriiic.
El sonido de la puerta abriéndose le cayó encima como un mazazo.
’¡Maldita sea…! ¿Por qué vuelve otra vez…?’
Daisy no quería, no podía creer que esto estuviera ocurriendo de verdad.
Él se acercó, y el aroma limpio del jabón le envolvió.
Probablemente se había duchado y venía con su bata puesta.
’No, no es nada. Seguro solo viene a desearme las buenas noches.’
Daisy se obligó a confiar en el sentido común.
Después de todo, era un hombre joven, sí, pero también un alto oficial del ejército. No podía estar tan desprovisto de lógica.
Y si uno lo miraba con calma… su marido también podía parecer alguien familiar, incluso educado.
—Haa… Estoy agotado.
Murmuró Maxim, como quien habla para sí. Daisy cerró los ojos con más fuerza.
—Hoy ha sido un día muy ajetreado. Por eso terminé tan tarde.
Él soltaba su monólogo sin que nadie le preguntara.
¿Por qué hablaba tanto solo? ¿Se sentía solo?
Tenía bajo su mando a decenas de subordinados, ¿y aún así venía con esto?
Daisy refunfuñó en silencio, incrédula.
—Me moría por ver a Izzy. ¿Mi Izzy se habrá portado bien todo el día?
No formulaba preguntas claras, así que responderle tampoco tenía mucho sentido.
Quizá solo venía a decir ‘buenas noches’ y se iría…
Pero si se le ocurría contestar, eso también podía acabar mal.
—¿Izzy, estás despierta? ¿Dormiste bien con la tía?
Porque este hombre, después de unas palabras amables, era perfectamente capaz de soltar lo que realmente quería decir: ‘Ya que estás despierta… ¿te vienes a follar conmigo?’
Y no había ninguna garantía de que no lo hiciera.
Daisy decidió quedarse en silencio. A ver qué pasaba.
—Ha sido un día duro. He contado las horas para volver a casa y poder tumbarme en esta cama…
Maxim seguía murmurando solo, mientras levantaba suavemente la manta.
Era común que si ella estaba dormida, él le subiera la manta hasta el cuello.
Por eso, Daisy asumió que, una vez más, solo ‘iba a cubrirla mejor’. Nada más.
…Pero entonces.
‘¿Por qué mierda se está metiendo dentro de las mantas?’
Este loco.
Maxim von Valdeck, sin lugar a dudas, era un lunático impredecible, lo bastante desquiciado como para volarte la cabeza con cualquier estupidez en cualquier momento.
Deslizándose como si nada, Maxim se metió bajo la manta y abrazó por detrás a Daisy, que seguía dándole la espalda, acurrucada hacia su tía.
—Lo que estaba esperando… era poder dormir abrazando a Daisy.
Su cuerpo, aún más encogido por la incomodidad, quedó atrapado como una pieza exacta en el amplio pecho de Maxim.
Como si ese fuera su sitio.
Con los ojos entreabiertos, Daisy echó una ojeada furtiva a la Archiduquesa Viuda, que seguía profundamente dormida.
Por suerte no se había despertado.
Pero entonces, ¿ahora qué?
Estaba a punto de perder la cabeza.
—Mmh… mi Izzy…
Él le dejó un beso suave en la nuca, murmurando entre suspiros, y luego la estrechó con fuerza, como si quisiera aplastarla contra su pecho.
Hundió la nariz en su coronilla.
—El olor de mi Izzy… me encanta…
¿A quién se le ocurre oler la coronilla?
El bochorno le subió como un fogonazo.
Pero más vergonzoso aún era otra cosa. Mucho peor.
‘…Ah. No lleva ropa interior otra vez.’
No quería saberlo.
Y sin embargo, lo supo.
La evidencia era clara: algo duro, caliente y muy despierto se abría paso entre la abertura de su bata y se presionaba contra su trasero con una lentitud repulsivamente familiar.
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