Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 212
[Nombre en clave: REILLY]
Habían pasado dos años desde que Daisy desapareció, Maxim había perdido completamente la cabeza.
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Desde el momento en que su esposa desapareció, todo su mundo se desmoronó. Se olvidó de comer, se olvidó de dormir, buscándola con la desesperación de un hombre que se ahoga y lucha por tomar aire. Sus soldados registraron cada rincón del país, pero no encontraron nada. Ni un solo rastro.
Ella se había desvanecido como la niebla de la mañana, como si nunca hubiera existido. Solo quedaban recuerdos, manteniéndola cerca, besando su frente con infinita ternura, sus alientos mezclándose en el silencio de la noche, sus cuerpos acurrucados con una cercanía dolorosa. Recordaba haberle susurrado te amo, rogándole entre lágrimas que nunca lo dejara.
Tal vez todo había sido un sueño desde el principio, desde ese primer momento en que su pequeña mano, con forma de hoja de arce, le ofreció pan.
Para mantenerla viva en su mente, recitaba su historia como una oración:
La primera vez que nos conocimos, me disparaste y ordené tu muerte.
La segunda vez, huí contigo, pero soltaste mi mano y caíste al abismo.
La tercera vez, cuando finalmente nos buscamos de nuevo, sostuve tu cuerpo moribundo y te rogué que no te fueras.
¿Era la falta de sueño lo que hacía que todo se volviera borroso? Incluso cuando intentaba juntar los fragmentos de la memoria, se dispersaban como humo entre sus dedos. Habría vendido su alma al mismo diablo solo para verla una vez más, incluso en un sueño.
Luego llegaron noticias que empeoraron todo: Lucas Thereze había escapado. El miedo se apoderó del corazón de Maxim con dedos helados. ¿Y si Thereze la encontraba primero? ¿Y si la lastimaba?
La idea de Izzy en peligro era una espina clavada en su garganta, haciendo imposible que tragara ni siquiera agua.
Cuando la locura se volvía demasiado, Maxim se refugiaba en su dormitorio. En su cama ancha, en el pequeño espacio donde ella solía acurrucarse como un gato, se acostaba acurrucado, buscando desesperadamente cualquier rastro de su calidez.
Una noche, se incorporó de repente.
—Debe haber algo que me perdí.
Abrió los cajones con manos temblorosas, sacando con cuidado sus pertenencias una por una. Cartas del convento, cuadernos llenos de su letra pulcra, pequeños tesoros que había guardado. Su certificado de matrimonio le llamó la atención.
[Daisy von Waldeck. Daisy von Waldeck. Daisy von Waldeck…]
Ella había practicado firmar su nuevo nombre una y otra vez, su letra encantadoramente torcida al principio, luego volviéndose más segura. A través de sus lágrimas, las letras parecían brillar en la página.
—Trabajaste tan duro para convertirte en Daisy von Waldeck. Fui tan terco, tan desesperado por unir mi nombre al tuyo, por mantenerte a mi lado. Pero ahora Daisy von Waldeck se ha ido. Y también mi amada Izzy.
Sus dedos temblorosos siguieron pasando las páginas hasta que algo se cayó, un anillo hecho de flores de margaritas prensadas. Durante su pícnic junto al lago, ella se lo había dado medio en broma. Él había pensado que ella tiraría algo tan simple, pero lo había conservado con cuidado como un marcapáginas.
—Sí, siempre fuiste así.
El recuerdo lo golpeó como una ola. En su primera vida, cuando él había revisado sus cosas después de su muerte, había encontrado una margarita prensada en su diario. A ella nunca le habían gustado sus costosas rosas, así que por despecho, él le había dado simples margaritas en su lugar. Y a ella le habían encantado, escondiéndolas en su diario como preciosos secretos.
Esa era su Izzy, atraída por la sinceridad simple en lugar de los grandes gestos, incapaz de tirar las pequeñas cosas significativas, demasiado tierna para su propio bien. Siempre débil cuando se trataba de él. Siempre rompiéndose a sí misma para protegerlo.
Y ahora estaba solo en un mundo vacío sin ella.
—Creí que esta vez sería diferente. Creí que podría protegerte, conservarte para siempre. Pero nada cambió.
Era exactamente lo mismo que antes. En cada vida que habían vivido, él siempre terminaba aquí, solo, con solo el vacío donde ella debería estar.
Los recuerdos de su primera vida volvieron a él. Después de perderla, había sido honrado con una medalla por su servicio militar. Solo en su habitación, revisando sus cosas, había encontrado su diario.
[Hoy, me envió un hermoso manojo de rosas.]
Podía escuchar su dulce voz cantando su canción.
[Borracho por su aroma, soñé un dulce sueño.]
No pudo evitar cantar con ella, recordando su sonrisa que era más dulce que el pastel, el aroma a jabón de rosas que se aferraba a su piel. La letra de su canción resonó en la habitación vacía.
[No prometas. Te esperaré, solo quédate a mi lado.]
Al llegar a la primera estrofa, estaba desesperado por estar a su lado. En la estrofa final, no quería nada más que decirle que la amaba.
—Te lo dije.
—Dije que te amaba. Dije que mi único deseo era morir por tu mano. Incluso si me maldecías, me odiabas, me rompías, te rogué que no te fueras. Lo dije una y otra vez. Entonces, ¿por qué no estás aquí? ¿A dónde fuiste?
Su garganta se cerró por completo. No saldrían más palabras.
¿Dónde había salido mal? ¿Cómo podría verla de nuevo?
—Sí.
susurró, su mano extendiéndose sobre el escritorio para alcanzar el revólver que siempre llevaba consigo.
—Solo necesito dispararme.
No tenía apego a una vida sin Izzy. Si no podía encontrarla, no podía tenerla a su lado, entonces su ausencia no era diferente de la muerte.
—Comenzaremos de nuevo desde el principio. Entonces podré estar contigo otra vez.
Si ella era su maldición, si Dios nunca le concedería la bendición de tenerla, entonces, bien. Ya no le importaba. Incluso si no podía tenerla en esta vida, moriría y moriría de nuevo solo para estar cerca de ella. La seguiría para siempre.
Con esta resolución, no hubo vacilación. Presionó el frío metal debajo de su barbilla y respiró hondo. Sus ojos se cerraron con fuerza, su dedo en el gatillo…
—¡MAXIM!
El grito estalló detrás de él.
—¡Oh, mi querido muchacho!
Su tía irrumpió por la puerta, haciendo que las bandejas y los platos se estrellaran contra el suelo. La duquesa viuda Waldeck se movió más rápido de lo que él la había visto moverse, luchando para quitarle el arma de sus manos con una fuerza sorprendente. Mientras esta caía por el suelo, Maxim se lanzó desesperadamente tras ella.
Los dos Waldeck se forcejearon en el suelo, pero su tía vio la locura en sus ojos y se aferró a él con una feroz determinación.
—¡Absolutamente no puedes hacer esto!
—Suéltame, tía. Te lastimarás.
En su desesperación, la Gran Duquesa agarró el arma y la presionó debajo de su propia barbilla.
—¡Si tanto quieres morir, mata a esta anciana primero!
—Tía…
—¡Maniaco! ¿Te di un título y arreglé tu matrimonio solo para ver esto? ¡Ingrato!
Comenzó a golpear sus hombros con ambos puños, cada golpe aterrizando con un sólido thump.
—¿Cuando prometiste honrar el nombre Waldeck, dónde está esa promesa ahora? ¡Estúpido patético! ¡Este nombre no te fue dado para que pudieras tirarlo!
Una vez que ella empezó, no pudo parar. Maxim recibió cada golpe en silencio, su poderosa figura balanceándose con cada impacto.
—¡Ladrón! ¡Un farsante con un labia dulce! ¡Miserable cobarde! ¡Entiendo por qué Izzy te dejó, tonto!
—¿Por qué?
Su voz salió extraña y tensa, deteniendo los puños de ella en el aire.
—¿Por qué se fue?
La Gran Duquesa miró el rostro de su sobrino con incredulidad.
—No sé. No puedo entenderlo. Por favor, tía, dime…….
Las lágrimas corrían por su rostro. Esta montaña de hombre, este poderoso rey, sollozaba como un niño por su esposa perdida.
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Merry
🙁
Pobre de Maxim, la tía llegó justo a tiempo!
Gracias Asure