Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 186
Esta vez era un puesto de helados.
¿Por qué Daisy es así?
No entendía por qué, pero estaba tomándose tanto tiempo para elegir un simple helado.
Casi siempre, cuando Maxim tenía opciones, elegía la mejor y la más cara.
Porque las personas pueden traicionar, pero el valor nunca.
Y en la sociedad humana, donde el valor se mide en dinero, era una lógica obvia.
Pero, ¿por qué Daisy se tomaba tan en serio algo tan insignificante?
Maxim, que nunca le prestaba atención a los dulces si no eran para Daisy, se encontró pensando más que en un asunto importante de Estado.
Después de dudar un buen rato, Daisy compró un helado de fresa y se fue.
Maxim se acercó al puesto, compró el helado de chocolate que Daisy había dudado en comprar, y la siguió.
—Ugh… qué dulce.
El dulzor le dio un punzante dolor de cabeza. Maxim le dio un mordisco al helado y frunció el ceño instintivamente.
‘¿Por qué a un adulto como ella le gusta esto?’
De verdad que sus gustos eran incomprensibles.
De repente, Daisy se desvió de la calle principal y entró en un callejón.
Maxim, que se había confiado por lo fácil que había sido seguirla, empezó a impacientarse. El callejón, que nunca había pisado, era un laberinto.
Daisy aparecía y desaparecía de su vista, y los pasos de Maxim se hicieron más rápidos para seguirla.
Al doblar la esquina de un callejón estrecho y desolado, la punta de una pistola fría se posó bajo su barbilla.
—Me descubriste.
Maxim soltó una risa nerviosa y el clic del cargador le resonó en los oídos.
—Dijiste que habías dejado eso hace mucho tiempo. Pero tus habilidades no han muerto.
—¿No me dijiste que le disparara al loco que me siguiera? ¿No me diste la pistola para eso?
—Sí, pero no pensé que me dispararías a mí.
—Si ya lo sabe, entonces mejor quédese callado.
Maxim tragó saliva con dificultad, y su garganta se movió larga, de arriba abajo.
‘Con razón sentía que habíamos dado vueltas en círculos. Me descubrió desde hace rato.’
—¿Se te hace gracioso esto?
Daisy lo cuestionó con el ceño fruncido.
—¿O quiere que llore?
—Si llora y me ruega, tal vez lo perdone.
—¿Por qué tendría que hacer eso? De todos modos, Daisy no puede matarme.
—¿Por qué?
—Porque me amas, ¿no?
Qué descarado. En verdad que era tan absurdo que le daban ganas de reírse de nervios.
—Dijiste que no podías dispararme porque me amabas. ¿No lo recuerdas? Lo dijiste hace dos años.
—Eso fue hace dos años. ¿Y usted no recuerda lo que dijo hace unos días sobre si sentía lástima por mí, además de amor?
—No lo recuerdo.
Era un farsante. No le importó que Daisy le apuntara con la pistola. Maxim se agachó y le dio un gran mordisco al helado de fresa que ella tenía en la otra mano.
—¡Mi helado…!
Sabía que lo que hacía era infantil, pero ella solo había comido un par de bocados. Qué descaro.
Era una situación increíble.
—¿Te sientes injusta? Si es así, dispara.
Maxim sonrió con una gran mancha de helado de fresa en el labio superior. Parecía un bigote de fresa ridículo.
—Qué ridículo. Se acaba de hacer un bigote.
—¿Le gusta?
—Sí, será por el bigote, pero se ve muy feo.
—Es un honor.
‘Feo, pero es un honor. ¿Qué significa eso…?’
‘Choc.’
Fue en un instante. Maxim superpuso sus labios sobre los de Daisy.
—Qué, qué hace…
‘Choc.’
Sintió el dulce sabor a fresa una vez más.
Como una persona que se deja engañar con los ojos abiertos, Daisy se quedó congelada, con la pistola todavía apuntando.
—Parecía que envidiabas mi bigote.
‘Choc.’
—Así que acabo de hacerte uno, Daisy. ¿Qué tal, te gusta?
‘Tup.’
El helado de fresa derretido cayó al suelo. Al mismo tiempo, el rostro de Daisy se puso de un rojo intenso.
—¡Mi helado…!
Daisy desvió la mirada y observó con desolación el helado caído.
—¿Este? Yo también tengo.
Él se lamió el helado de chocolate como si se burlara de ella.
—¿Quieres un bocado?
—…No, gracias. Cómase todo.
‘No es un niño. ¿Por qué es así?’
Era una provocación muy infantil, pero ella, igual de infantil, se sintió muy molesta.
—Tu mirada es como si quisieras matarme ahora mismo.
—¿Qué sabe?
—Entonces dispárame. ¿Por qué no lo haces? Dijiste que ya no me amabas.
—…Qué infantil. Por favor, madure.
—Dispara. Rápido.
La comisura de la boca de Maxim se torció.
—Si no disparas, entonces…
En sus ojos de color gris azulado, vio su cara totalmente sorprendida. Y su cara se hizo más grande.
Fue porque Maxim se había acercado.
—Para mí, es mejor, ¿sabes?
«…Porque te voy a besar de nuevo hasta que dispares.»
Susurró en voz baja, y sus suaves labios se rozaron y se superpusieron.
Con el dulce sabor a chocolate, su aliento se agitó y se coló dentro de ella, así que Daisy lo empujó con fuerza del pecho.
A él no le importó.
Él también había tirado su helado al suelo y la abrazó aún más cerca, como si no quisiera dejarla ir.
‘Choc, choc, choc.’
Sus labios se superpusieron una y otra vez, haciendo un sonido húmedo y pegajoso.
Maxim lamió con cuidado el helado que le había quedado en el labio superior a Daisy.
Cuando sus labios sorprendidos se abrieron un poco, Maxim no perdió la oportunidad y se metió en su boca. Y succionó suavemente su lengua temblorosa, como si quisiera calmarla.
El beso continuó, como si la estuviera devorando. Después de un rato, Daisy se quedó sin aliento y se quejó, y Maxim, a regañadientes, se separó de sus labios.
‘¡Ah, ah…!’
El aliento agitado de ambos se mezcló en sus rostros, sin saber de quién era.
—¿Qué tal? Te quedaste dudando porque querías probar los dos.
Maxim sonrió y le preguntó de forma indirecta.
—¿Cuál de los dos te sabe mejor?
—No me gusta que haga estas cosas sin mi permiso.
—¿Qué hice?
A pesar de que la acababa de besar como si se la fuera a comer, se hacía el desentendido. Era molesto. Seguro que tenía la intención de escurrirse de esta, como si nada.
No podía caer en su trampa.
—Me parece que me equivoqué. Renuncio. Adiós.
Agarró la muñeca de Daisy, que intentaba salir corriendo de sus brazos, y la atrajo de nuevo.
—…Lo siento.
—No.
—Fue un error.
Maxim suplicó.
—No volveré a hacerlo. Perdóname, solo por esta vez, ¿sí?
—¿Cómo voy a creerle? Hace un momento le dije que no me siguiera, y aun así lo hizo por su cuenta.
—No es que te estuviera siguiendo… Yo solo vine aquí y quise dar un paseo.
—¡Mentiroso! ¡Qué descarado!
Era una mentira obvia. Cuando Daisy trató de soltarse de su muñeca y huir, Maxim sacó algo y se lo puso en la mano.
—Esto es…
—Un soborno.
En su palma estaba la horquilla de perlas que había estado pensando en comprar.
Cuando Daisy la miró sorprendida, Maxim se la puso en el pelo con sus propias manos.
—Te ves linda.
Él le acarició la cabeza y sonrió dulcemente.
‘Así que también me vio en la tienda de decoración.’
‘Como compró el helado de chocolate, también me vio en el puesto. Y por eso sabe que no era nada importante.’
Qué vergüenza…
De todos modos. Estaba tan avergonzada que sintió que tenía que decir algo.
—Entonces… ¿me estuvo siguiendo desde el principio? Desde la floristería.
—Sí, y ya que salió el tema, voy a preguntar. ¿Qué relación tienes con ese tipo?
‘Ay, no.’ Parece que también vio la discusión que tuvo con Philip en la entrada de la tienda.
—¿Qué pasa si somos algo? ¿Qué tiene que ver eso con usted, con Su Majestad?
—Otra vez «Su Majestad». Tienes que llamarme «Max».
Maxim le corrigió el apodo a Daisy, que estaba confundida.
—¿No vas a responder qué relación tienen?
—Es un secreto.
‘Un secreto. Tendré que encargarme yo.’
Maxim murmuró para sí mismo y Daisy lo fulminó con la mirada.
—Y, por cierto, ¿ya terminaste con tus cosas, Daisy?
Aunque le quedara algo por hacer, él la seguiría de todos modos. Daisy se quedó callada.
—Tengo hambre.
—Le dije que comiera solo.
—Es que no tengo apetito si no estás tú, Daisy.
No sería tan molesto si no supiera hablar.
—Así que, ya que estamos juntos, ¿vamos a comer algo?
Madara Info
Madara stands as a beacon for those desiring to craft a captivating online comic and manga reading platform on WordPress
For custom work request, please send email to wpstylish(at)gmail(dot)com
Merry
Ya Daisy, date cuenta 🤭 por lo menos hubo besillo jaja
Gracias por el capítulo Asure ! Bonito fin de semana