Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 185
Le parecía trivial y ridículo, pero la situación en la que no podía ignorar a un tipo tan absurdo lo hacía sentir un poco lamentable.
También había escuchado que al jefe de la floristería le gustaba más Daisy que a su propio hijo por ser tan cuidadosa y atenta, y que deseaba que ambos terminaran juntos.
‘¡Maldita sea! ¿Cómo se atreve a juntar a mi querida Daisy con un tipo tan insignificante como ese…?’
Viejo loco. ¿Cómo se atreve a fijarse en ella?
Si fuera por él, los mataría a todos a tiros. Quería destruir esa floristería, ese simple «juego de niños», pero se contuvo.
Porque Daisy le había dicho que esa floristería, destartalada y sin gracia, era un lugar de trabajo muy valioso para ella.
Porque a Daisy le gustaba.
Todo por Daisy…
Solo por pensar en Daisy se controlaba.
No había otra razón para la elección de Maxim.
Aunque el hijo del dueño de la floristería, al que había conocido antes, era claramente un tipo insignificante y, objetivamente, no estaba a su nivel, Maxim no se sentía tranquilo.
Para ser honesto, estaba seguro de que ganaría. De hecho, no tenía ninguna posibilidad de perder.
No importaba cuánto lo pensara, él no tenía nada que envidiar. El problema era el gusto tan peculiar de Daisy.
Daisy era modesta y no ambiciosa.
Aunque le dieran un ramo de rosas caras, prefería uno simple de margaritas, y era una mujer que, en la cama más grande, solo ocupaba el espacio suficiente para acostarse, acurrucándose para dormir.
—Es un puesto demasiado alto para mí… No tengo las capacidades, y mi dignidad no está a la altura, así que no soy digna de ser una Gran Duquesa.
A Daisy incluso el puesto de gran duquesa le parecía una carga.
Cuando la convenció de que sí era digna de ser una gran duquesa, las palabras que usó tenían el mismo contexto.
—Yo también vengo de lo más bajo, de ser un mercenario, no me importan esas cosas de la «dignidad». De hecho, las mujeres de los barrios bajos son mi tipo. ¿Qué le parece? ¿Es suficiente para responder?
Solo después de decir eso pudo convencer a Daisy.
Ya fue así cuando era gran duquesa. E incluso ahora, Maxim era el rey de una nación. Su posición era aún más alta… Por lo que Daisy podría sentirse aún más agobiada.
—No me interesa lo que haga. ¿Acaso le rogué a Su Majestad que me sujetara?
El título de «Su Majestad» que salía de la boca de su amada sonaba muy frío.
Se sintió dolido, pero…
Maxim no tenía derecho a sentirse dolido.
Si lo pensaba bien, la primera vez que la joven Daisy le extendió la mano fue cuando él estaba en la cárcel, a punto de morirse de hambre.
En otras palabras, estaba hecho una ruina.
Al analizar todos estos pensamientos, Maxim llegó a una conclusión bastante desesperada.
Es decir, Daisy von Waldeck, a pesar de tener un esposo guapo y rico… podría sentirse tan abrumada que se sintiera atraída por un tipo tan miserable.
Quiso negar esa conclusión, preguntándose qué clase de tontería era esa.
—… ¡Max! ¡Por favor!
Pero no podía negarlo, al recordar la voz desesperada de Daisy cuando trató de acabar con ese tal Philip.
Lo trataba fríamente como «Su Majestad», pero cuando ese tipo estaba a punto de morir, lo llamó «Max» como si fuera una limosna.
Maxim, patéticamente, era el perro de Daisy. Le encantó que lo llamara por su nombre, movió la cola y no tuvo más remedio que soltar a ese tipo.
Su cuerpo se movió por sí solo, de manera patética.
Maldita sea. No lo entendía, pero, ¿qué podía hacer?
Él estaba en la posición de rogarle a Daisy que no se divorciara, así que tenía que hacer cualquier cosa.
Su orgullo estaba herido por ser comparado con un tipo de un nivel tan bajo, pero frente a Daisy, el orgullo no importaba.
Maxim von Waldeck nació con éxito.
No importaba cuánto lo pensara, no podía volverse feo, y a menos que su mente se descompusiera, tampoco podía volverse estúpido.
Pero si ella prefería a alguien que no fuera tan exitoso…
Perdió toda su confianza.
Maxim von Waldeck siempre había vivido a su manera, seguro de sí mismo.
Pero cuando se trataba de Daisy… delante de Daisy…
No sabía por qué se sentía tan insignificante y lamentable.
Si ella supiera eso, seguramente se alegraría.
Incluso tuvo ese pensamiento estúpido, pero su desalmada Daisy ni siquiera quería saberlo. Cuanto más lo pensaba, más se le encogía el corazón.
—…….. Por favor, no vayas a la floristería. Por favor.
Aún ahora, sin dignidad, solo miraba la nuca de Daisy, murmurando para sí mismo.
La siguió con la fe de quien reza a Dios, pero, como era de esperarse, Daisy se dirigió directamente a la floristería.
Así, quedó claro de nuevo que Dios no estaba del lado de Maxim.
—No está.
‘Ah, qué alivio’
Ese tipo no estaba en la floristería.
Parece que rezar en la iglesia había funcionado. Maxim, que miraba fijamente dentro de la tienda, se humedeció los labios secos.
Parece que ella no vino a verlo a él, sino a recoger algo.
Daisy saludó al viejo dueño de la floristería y, mientras tomaba algo de una canasta, se encontró con ese tipo de la floristería.
—¡Maldita sea…!
Sacrifiqué mi valioso tiempo para ir a la iglesia y rezar.
Dios, ¿por qué me haces esto?
Creí en ti y me senté en esa misa aburrida. ¿No podrías haberme ayudado un poco?
Decían que Dios era misericordioso, pero no tenía ni una pizca de empatía.
Maxim murmuró una maldición en voz baja y se detuvo, controlándose para no actuar por impulso.
Los dos comenzaron a hablar en la entrada de la floristería. A Maxim no le gustaba que estuvieran juntos, ni siquiera por un momento. Pensó en salir a interrumpirlos, pero decidió quedarse quieto y observar, para saber exactamente qué relación tenían.
Ese tal Philip hablaba sin parar, como si estuviera suplicando, pero Daisy no reaccionaba mucho.
Parece que eso lo frustraba, ya que Philip se esforzaba por convencer a Daisy.
Las ganas de golpearlo hasta matarlo luchaban con el impulso de controlarse para entender la situación.
Si lo ahorcaba, Daisy seguro le rogaría de nuevo que lo soltara. Y esta vez, podría romperle el cuello de verdad a ese tipo tan insignificante.
Maxim apretó el puño.
De repente, la expresión de Daisy se puso seria y comenzó a regañarlo.
Qué bien se le da regañar a esa cara de niña.
Eso significa que a Daisy no le gusta.
Sí, no importaba qué tan modestos fueran sus gustos, ¿cómo iba a dejarme por un tipo como ese?
Era una locura.
Justo cuando estaba a punto de tranquilizarse, la maldita duda volvió a colarse.
‘¿No me ha hecho eso a mí también?’
…Entonces, ¿significa que le gusto o que no?
No, ¿será que conmigo es un poco diferente?
No lo sé. No lo sé.
Si le preguntaba, esa engreída no le iba a contestar con sinceridad. Maxim estaba a punto de volverse loco con un problema sin solución.
Cuando su cabeza estaba a punto de explotar de tanto pensar, Daisy se alejó de Philip. Sin llegar a ninguna conclusión, Maxim la siguió de nuevo.
Después de la floristería, Daisy entró en una tienda de artículos de decoración.
Frente a una gran variedad de accesorios lindos, Daisy se volvió a quedar pensando por un buen rato.
—Qué linda.
Parecía que le gustaba la horquilla para el pelo que agarraba y soltaba, pero no se podía decidir.
Él le había comprado ropa y joyas caras, pero ella nunca se las ponía y se las regalaba a sus doncellas.
Verla dudar por una insignificante horquilla para el pelo le dio un poco de pena… no importaba cuánto lo pensara, no podía entender sus gustos.
Cuando la dependienta le sugirió que se la probara, Daisy se puso la horquilla en el pelo.
Se veía muy bonita.
La horquilla barata no le restaba para nada.
Cuando la dependienta le mostró su reflejo en el espejo, la sonrisa que puso era tan bonita que daba miedo que alguien más la viera… le daba terror lo hermosa que se veía.
Daisy, que tenía su monedero en la mano, dejó la horquilla y se fue.
Tenía que seguirla de inmediato, pero antes, tenía algo que hacer.
—¿Dónde está, eso?
—¿Eh?
La dependienta, sorprendida por la irrupción de Maxim, le preguntó de vuelta.
—¿Dónde está la horquilla que se probó la señorita hace un momento?
—Ah, ¿se refiere a esta?
Una horquilla simple con perlas pequeñas incrustadas. Aunque la había visto de lejos, era esa.
—A ver. Con esto no será suficiente…
Maxim, que alternaba su mirada entre la entrada y el mostrador, preguntó con ansiedad.
—¿Cuál de estas horquillas es la más rara y costosa?
—La que tiene usted en la mano… es la más cara. Aunque las perlas son pequeñas, todas son de verdad, señor.
‘¿Será que solo quiere vendérmela?’
Los ojos de Maxim se entrecerraron con sospecha.
—¿Puede arriesgar su vida con lo que dice?
—¡S-sí, claro! Si compara los precios, verá que no le miento.
La dependienta le respondió con calma a pesar de la pregunta un tanto agresiva.
Maxim frunció el ceño al revisar los precios.
‘¿Algo tan simple… es lo más caro?’
No podía creerlo, pero si se ponía a discutir, iba a perder a Daisy.
—Tenga.
Los ojos de la dependienta se abrieron de par en par al ver la cantidad de la moneda de oro que le dio Maxim.
—Quédese con el cambio. Y esto de hoy, es un secreto.
Si Daisy se enteraba de que la estaba siguiendo, seguro se enojaría.
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Merry
Maxim tan lindo 🤭 que ya se besen jajaja
Gracias por el capítulo Asure!