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Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 184

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  4. Capítulo 184
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—No necesito usar algo así. Además, sabe que hace mucho que no estoy en eso.

—Lo sé. Pero para que te deje ir, tienes que llevártela.

—Por favor…

Solo lo dijo por orgullo, pero Maxim fue inflexible a pesar de que Daisy lo rechazaba.

—Eres demasiado bonita para andar por ahí sin protección. El mundo es muy peligroso.

—…Es cierto que soy bonita. Pero un arma…

……Yo prefiero apuñalar. Daisy se tragó lo que quería decir.

Ya era bastante con que la descubriera usando un alfiler puntiagudo y el rosario que él le había regalado, así que recibir un revólver también era demasiado para ella.

—Si te sientes insegura porque hace mucho que no estás en eso, ¿Qué tal si te escolto?

—….…

No tenía a dónde ir, así que no había lugar para ser escoltada. Se había metido en un aprieto por hablar de su vida privada.

—De acuerdo.

Daisy, a regañadientes, tomó el revólver y se lo guardó.

—Y, lo siento. Pero hoy coma solo.

No era su intención, pero ya que tenía tiempo libre, ¿por qué no dar una vuelta?

Daisy, con el arma que Maxim le había dado en la mano, comenzó a caminar sin rumbo fijo por la zona más concurrida de la ciudad.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

—A dónde ir.

Había dejado a Maxim diciendo que tenía cosas que hacer y necesitaba privacidad, pero en realidad no tenía nada que hacer. Se trataba de un acto de pura obstinación.

Además, le daba vergüenza volver a casa sin haber hecho nada, después de haber recibido un revólver de la nada.

—Tal vez debería pasar por la floristería y ayudar un poco.

Caminando sin rumbo, llegó cerca de la floristería.

Ya que estaba ahí, sería bueno llevar también unas tijeras de podar y cintas adicionales.

Pensó que el Sr. Klaus, al estar ella en Montardi, debía estar solo encargándose de las flores y haciendo los ramos, y que debía ser demasiado trabajo para él.

Al entrar en la floristería, tal como lo esperaba, el Sr. Klaus estaba enterrado en el trabajo.

—¿Oh? Isabelle, ¿qué te trae por aquí a esta hora? ¿Le ha pasado algo a Montardi?

Sorprendido por la inesperada visita, el Sr. Klaus preguntó.

—No, solo salí a rezar… Y vine a buscar algunos materiales.

—Solo con que me hubieras avisado, habría enviado al tonto de Philip. ¿Por qué viniste tú misma?

—Es que…

No sería bueno que su hijo se cruzara con el valioso invitado de Montardi.

Daisy se tragó lo que iba a decir y respondió con una sonrisa.

—Ya que estaba por aquí, pensé en ver si podía ayudarle con algo. Por eso vine.

Sr. Klaus se veía un poco conmovido, como si hubiera entendido sus intenciones.

—No te preocupes. Estoy bien, así que toma lo que necesites y vete. Ya casi es la hora del almuerzo.

Aunque le había dicho a Maxim que se las arreglara solo, se preocupó de que no comiera nada. Las cosas se habían complicado un poco porque lo había amenazado con que tenía cosas que hacer.

—De acuerdo. Me voy entonces. Ánimo, jefe.

Daisy estaba metiendo las tijeras de podar y las cintas en una canasta para irse cuando se topó con un rostro familiar.

Era Philip, que acababa de regresar de hacer una entrega.

—Espere un momento.

—¿Por qué? ¿Pasa algo? Ya debo irme.

Sr. Klaus, que estaba detrás, frunció el ceño.

—Tú, no molestes a Isabelle. Te castigaré si haces algo inútil otra vez.

—Ah, solo será un momento.

Philip, con una expresión seria, llamó a Daisy fuera de la floristería.

Daisy le hizo una seña al Sr. Klaus para tranquilizarlo y salió.

Afuera, Philip, al ver a Daisy, bajó la voz y le preguntó con cuidado:

—¿Ese cliente sigue acosándola?

—¿Qué?

¿“Ese cliente”? ¿Se refería a Maxim?

—Las sirvientas me contaron todo. Dicen que ese loco que deliraba con las flores de Daisy está tratando de ligar con usted porque se enamoró.

El rumor corrió rápido, como era de esperar. Philip parecía bastante serio, como si las historias de las sirvientas lo hubieran mantenido preocupado.

—No, no es así…

—Si por casualidad la están obligando a trabajar por culpa de ese tipo… Puede decírmelo con franqueza. Si mi padre no puede ayudarla por la cuestión de los negocios, yo haré lo que pueda.

….…Es cierto que la está acosando. Pero usted no puede ayudarme en absoluto.

La vez anterior casi se arma un alboroto, y apenas lo contuvo. A Daisy le dolía la cabeza por la imprudencia de Philip, que no entendía la situación.

—De verdad, estoy bien. No se preocupe, no pasa nada.

—¿Cómo que está bien? ¿Acaso ese bastardo la está sobornando con dinero? ¿Cuánto le ofrece? Es una trampa para jugar con una doncella inocente y luego abandonarla.

—No, no soy una doncella inocente, ni tengo intenciones de ser engañada.

Para ser exactos, era una mujer casada que no podía divorciarse, y él sí la estaba sobornando con dinero, pero ella no era inocente.

Pero Philip, que estaba montándose un drama imaginario, parecía desesperado.

—No hay necesidad de fingir que es fuerte. O simplemente deje el trabajo. Estoy sano y puedo mantener a Daisy, sea lo que sea que haga.

—Ay, de verdad.

No podía dispararle.

Daisy, que estaba aguantando la paciencia por la insistencia de Philip, apretó los dientes y respondió:

—…Diez millones de oro.

—¿Qué?

—Él me ofrece diez millones de oro. ¿Se siente capaz de superarlo?

Daisy levantó la vista y le preguntó sin rodeos.

—La felicidad… no se puede comprar con dinero.

—Eso solo lo dice la gente que tiene diez millones de oro. Y la vez anterior, fui yo quien lo salvó de ese cliente. ¿No se acuerda?

Philip se quedó con la boca abierta.

—De ahora en adelante, no se meta en mis asuntos y vaya a hacer las entregas que tiene pendientes. Vaya y ayude a su padre. ¿No ve que está solo y ocupado adentro?

—….…

—No se distraiga con tonterías y sea un buen hijo para su padre. Yo me voy. Que le vaya bien.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

—Entremos a cualquier lado.

Aunque le preocupaba un poco que Maxim se saltara el almuerzo, no podía volver directamente a Montardi debido a lo que acababa de decir.

Después de salir de la floristería, el primer lugar al que entró fue una tienda de artículos varios. Daisy se quedó un buen rato deambulando por el rincón donde estaban los pasadores para el pelo.

‘Qué lindos’.

Había entrado sin pensar mucho, pero al ver los objetos pequeños y adorables, su mente inquieta se tranquilizó un poco.

Daisy tomó un pasador con una pequeña perla y lo acarició.

—Creo que le quedaría muy bien, señorita.

—¿De verdad?

—Sí, pruébeselo.

Ante la sugerencia de la vendedora, Daisy se puso el pasador y se miró en el espejo, volteando la cabeza.

—¿Qué le parece?

—Es lindo.

—Compre uno. Se lo dejaré a un precio especial.

Le pareció tan lindo que quiso comprarlo, pero su precio era bastante alto. Daisy se sumió en una consideración trivial.

‘Dejaré el trabajo pronto. Debo ahorrar cada centavo desde ahora.’

Si quería ahorrar dinero para empezar un pequeño negocio con Rose, tendría que apretarse el cinturón a partir de ahora.

—Lo siento, vendré otro día.

Daisy volvió a dejar el pasador en su lugar y salió de la tienda con un paso de decepción.

Caminando de nuevo por el puerto, vio un puesto de helados.

‘Aun así, un helado… ¿No estaría mal?’

Se sentía agobiada y le apetecía algo frío, además de que comer algo dulce la haría sentir mejor.

Comería el helado mientras caminaba un poco y luego regresaría.

Pero se sumió en otro dilema, al tener que elegir entre dos sabores.

‘¿Fresa? ¿Chocolate?’

El de fresa era refrescante y el de chocolate era más intenso y dulce. Incluso el precio era el mismo.

—Señor, ¿cuál es más rico, el de fresa o el de chocolate?

—Ambos son deliciosos, señorita.

Por más que le preguntara al vendedor, solo obtenía la misma respuesta obvia.

—Mmm, entonces…

Mientras se rascaba la barbilla, Daisy llegó a una clara conclusión.

¿Qué importaba si se equivocaba?

Aunque se sentiría un poco decepcionada por un momento, la próxima vez tendría la sabiduría de elegir otra cosa.

—Deme uno de fresa, por favor.

Decidió no tener miedo de elegir por temor a equivocarse. Porque ahora había decidido vivir tomando sus propias decisiones.

⋅•⋅⋅•⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅∙∘☽༓☾∘∙•⋅⋅⋅•⋅⋅⊰⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅⋅•⋅

Maxim la siguió, manteniendo cierta distancia. Daisy le había hecho una linda amenaza para que respetara su privacidad, pero ¿qué podía hacer si la curiosidad lo carcomía?

No podía resistir la curiosidad de saber qué era esa vida privada que tanto quería proteger.

Parecía que ya era demasiado tarde para invitarla a comer con la excusa de los adornos florales. Así que decidió averiguar qué era ese asunto que tenía que atender, incluso si eso significaba que Daisy, a quien le gustaba comer, se saltara el almuerzo.

Ella caminaba hacia la zona de la calle principal donde se encontraba la floristería. Mientras la seguía de cerca, Maxim se sintió invadido por una sospecha inútil.

‘Espero que no vaya a ver a ese tipo de la floristería.’

Si era así, tendría que dispararle. Quizás no debió darle el arma.

Preocupado, había investigado un poco y se había enterado de que el hijo del dueño de la floristería le estaba coqueteando a Daisy.

Era un vago que apenas se ocupaba de los recados que le encargaban, confiando en su padre, que tenía algunos clientes importantes.

Si supiera quién fue el que consiguió que Montardi fuera cliente de la floristería, ¿se atrevería a actuar con tanta arrogancia?


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Comments for chapter "Capítulo 184"

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1 Comment

  1. Merry

    Gracias por el capítulo Asure!
    Que así sigan y ya acepte su amor por Maxim, pero me
    Preocupa Rose y los demás -.-U

    agosto 30, 2025 at 9:37 am
    Responder
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