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Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 179

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  4. Capítulo 179
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Novel Info

—¿Por… qué?

Al ver la escena tan explícita frente a ella, Daisy logró pronunciar una palabra, pero se quedó sin habla.

—… ¿Por qué estás desnudo?

—Pues, ¿porque me acabo de duchar?

—……

Maxim se secó el cabello mojado con la toalla y respondió con descaro. No parecía avergonzado en absoluto, a pesar de estar completamente desnudo frente a su exesposa.

Pero ese no era el único problema.

‘¿Por qué… por qué de repente se le paró?’

Justo lo que sospechaba.

Lo que ya estaba medio erecto cuando salió, ahora estaba hasta por encima de su ombligo.

 

—¿Acaso te interesa mi cuerpo?

 

Daisy logró desviar la mirada que se le había ido sin querer y respondió con el mayor descaro posible.

 

—No. No me interesa. Así que, por favor, póngase una bata cuando esté frente a mí.

—Qué pena. Si cambias de opinión, avísame.

 

Maxim se puso la bata como si nada y se sentó recostado en el sofá. La parte abultada seguía sin bajar.

 

—¿Qué haces? ¿No viniste a trabajar?

—…….

—Si no te interesa, no te preocupes por mi verga y solo haz tu trabajo.

 

‘De verdad que no me interesa’

Daisy lo miró con rencor por su actitud descarada, y sacó las flores para ponerlas sobre la mesa. Por más que intentaba no prestarle atención a esa presencia tan imponente, no podía concentrarse en su trabajo.

 

—Tú te inventaste lo de los arreglos florales para traerme a esta habitación, ¿verdad? Antes no te interesaban esas cosas.

—A saber. ¿Será?

 

Maxim fingió ignorancia, Daisy, con las tijeras en la mano, habló con decisión.

 

—Para serle honesta, me siento un poco incómoda con lo que hace Su Majestad.

—¿Qué te incomoda tanto?

—Siento que esta situación es muy inapropiada.

—No seas vaga. Dime exactamente qué situación es tan inapropiada. Sé específica. Te lo explicaré hasta que lo entiendas.

 

Él puso su brazo en el reposabrazos, apoyó su barbilla en la mano y la miró fijamente.

 

—La situación en la que vi a Su Majestad sin ropa.

—Es normal estar desnudo cuando te bañas. ¿Acaso es un problema que me duche en mi propia habitación?

—No, eso no.

 

Daisy respondió claramente, intentando no caer en su juego.

 

—Claro. Digamos que salir desnudo fue un error, pero que se le pare frente a mí sí es un problema.

—Pues… Es que Daisy me miraba, así que no pude evitarlo.

—¿Qué? ¿Cuándo lo hice…?

 

Se sintió indignada. No lo había mirado fijamente, y aunque lo hubiera hecho, no lo había tocado, ¿así que por qué se le iba a parar? Era una falacia perfecta.

 

—¿Acaso es inapropiado que un esposo le muestre su cuerpo o se excite con su esposa?

—¿Esposa? Nos divorciamos.

—¿Cuándo?

 

Maxim le preguntó como si fuera algo que nunca hubiera escuchado. Como si su memoria hubiera sido borrada. Era algo increíble.

 

—¿No recibió la carta y los papeles de divorcio? Estoy segura de que mi tía se los entregó.

—Los recibí.

—¿Y?

—No los firmé.

—¿Qué?

—La razón es simple. No estoy de acuerdo con el divorcio.

—¿Qué clase de…?

 

‘……. tontería es esta?’

La mirada de Daisy se movía de un lado a otro.

 

—Sin mi firma, el divorcio no puede ser válido. Por lo tanto, Daisy, sigues siendo mi esposa. Aún estamos casados. ¿Eso responde tu pregunta?

—Entonces, ¿los últimos dos años…?

—Pasé un buen rato buscándote.

 

Así que, al final, no había cambiado nada, aunque ella se hubiera ido. Aunque se escondió bajo el nombre de Isabelle Travis, Daisy seguía siendo Daisy von Waldeck, y seguía siendo su esposa.

Era increíble.

 

—¿Te divertiste jugando a las escondidas?

—…….

—Te escondiste muy bien. Me tomó dos años traerte de vuelta frente a mí. Señorita Isabelle Travis.

—No juegues con las palabras.

 

Daisy levantó la vista, y sus miradas se encontraron intensamente.

 

—No importa lo que Su Majestad piense, mi decisión de divorciarme no ha cambiado. Si sigue así, no podré hacer este trabajo. Con permiso, me voy.

 

Hizo una reverencia y se dirigió a la puerta, pero la agarró justo antes de que saliera. Sus cuerpos se juntaron y el aroma a jabón la invadió. Era el jabón con aroma a rosas que solía usar en Waldeck.

Su mano grande se posó sobre la suya, que sostenía el pomo de la puerta, y la puerta se cerró con un «clic». Daisy quedó atrapada entre su cuerpo y la puerta.

 

—No te vayas.

 

La voz que siempre había sido relajada, ahora temblaba un poco.

 

—Por favor.

 

De hecho, era una súplica.

 

—Te necesito. Puedes escupirme en la cara, puedes odiarme. Solo quédate a mi lado. De lo contrario, te irás de nuevo. No me importa lo que pase con Reilly… pero yo sin ti… no puedo vivir. Tú… ¿por qué siempre que me ves…?

 

Incluso había derramado lágrimas.

A Daisy también le resultó insoportable ver a la persona que amaba derrumbarse.

Aunque habían pasado dos años, lo sentía tan vívido como si hubiera sucedido ayer, y le partía el corazón.

‘¿Cómo pudimos terminar así?’

Ahora no podía flaquear.

Daisy cerró los ojos y los volvió a abrir.

 

—Me voy. Que le vaya bien.

 

Dejó su última despedida y trató de abrir la puerta de nuevo, pero en un instante, su cuerpo fue volteado y, con un estruendo, su espalda se encontró con la puerta.

 

—¡Te dije que no te vayas!

 

Maxim se pasó la mano por la cara para mantener la compostura, como si no pudiera controlarse y hubiera alzado la voz sin querer. Pero la mirada de Daisy no vaciló ni un centímetro.

 

—Intenté fingir que había cambiado. Pero mi Daisy no me da ninguna oportunidad.

—Sé que no ha cambiado. Y que seguirá siendo el mismo. Por favor, viva así por el resto de su vida.

—Tienes razón. No creo que haya hecho nada malo. Si volviera al pasado, tomaría la misma decisión una y otra vez para salvarte.

 

‘Claro que lo haría. Maxim hace lo que sea para proteger a su familia’

Ella sabía que él era esa clase de persona.

 

—¿Crees que esto es fácil para mí? ¿Quieres que me arrodille y te ruegue?

—No me interesa lo que haga. ¿Acaso le rogué a Su Majestad que me detuviera?

 

Daisy le preguntó con ojos penetrantes.

 

—Su Majestad me obligó a venir, yo no quería. No quería venir, ni muerta. Sabía que Su Majestad volvería a hacer algo así.

—Solo te llamé a un espacio privado porque me pediste que no te buscara más. Tú misma lo deseabas.

—Deje de ser tan terco.

—Sé que soy terco, lo sé. Pero si no lo hubiera hecho, no me habrías visto.

—¿Por qué tengo que ver a Su Majestad, de todos modos? Ya terminamos.

—No, no hemos terminado.

 

Maxim lo negó.

 

—Porque todavía te amo.

 

Ella ya lo sabía.

 

—Porque no puedo vivir sin ti.

 

También lo sabía.

 

—Tú también me amas, ¿verdad, Daisy?

 

preguntó Maxim suplicando.

No podía negar los sentimientos que aún sentía por él. Después de todo, no se habían separado por falta de amor. Era obvio.

Pero, ¿sería correcto admitirlo? Su relación había estado marcada por la mentira. En ella había perdido a una persona valiosa, y todo lo que le quedaba era dolor y un amor-odio.

Solo había pasado el tiempo, él no había cambiado, y ella tampoco. Si se quedaba a su lado en esta situación, el final sería el mismo.

 

—… No. Yo…

 

Si el amor fuera la causa de este agotador juego de escondite, el que pudiera detenerlo, incluso con una mentira, debía hacerlo. A ella no le importaba si tenía que mentir.

La relación comenzó con una mentira, así que, si tenía que terminar con una mentira, ella misma lo haría.

 

—Ya no amo a Su Majestad.

 

En los ojos de Maxim, al oír que ya no lo amaba, vio un profundo vacío, y Daisy decidió ignorarlo.

 

—Huí porque lo detestaba. Los papeles no me importan. Viva el resto de su vida aferrado a esos trozos de papel y a un divorcio sin firmar. Estoy harta de Su Majestad, no quiero estar a su lado. Eso es todo.

—Bien. Entonces, si no me das amor, dame compasión.

—¿Qué dice?

—Ten piedad de mí, como si le dieras limosna a un mendigo. Eres buena en eso, Daisy.

—Qué locura…

—Por favor, solo quédate a mi lado, aunque sea porque te doy lástima, porque aún te amo y no puedo vivir sin ti…

—Tú sabes que eso no tiene sentido.

 

La voz de Maxim se volvió más baja, con un tono persuasivo.

 

—… Max.

 

Maxim soltó un suspiro, como si hubiera contenido el aliento, y agregó con una voz más suave:

 

—No me llames Su Majestad. Llámame Max. Solo así te escucharé. ¿No es así?

 

Al igual que él insistía en el apodo «Max», la mirada de Maxim hacia Daisy era persistente.

 

—… Está bien, Max.

 

Daisy lo miró directamente a los ojos.

 

—Soy infeliz a tu lado. Y si me mantienes a tu lado, tú también serás miserable. Así que, si de verdad me amas, por favor, déjame ir.

—Huye, entonces.

 

Maxim respondió dócilmente.

 

—Y yo te encontraré, sin importar lo que tenga que hacer. Y así, mi esposa y yo podremos jugar al escondite por el resto de nuestras vidas. ¿Eso es lo que quieres?

—No.

—Tal vez me costó más aceptarlo porque Daisy me lo comunicó de forma unilateral y huyó. Así que Daisy, elige. ¿Quieres vivir huyendo de mí hasta que te mueras, o quieres enfrentarme y encontrar una solución juntos, por más que me odies?

—… ¿Qué solución?

—Te haré una última propuesta. Me quedaré aquí por solo una quincena. Durante ese tiempo, no me evites y dame una oportunidad. Al menos dame tiempo para aceptar el final de esta relación.

 

Ella no podía negar que su declaración de divorcio de hace dos años había sido un tanto unilateral.

Así que podía entender que esa fuera la razón por la que él no había podido dejarla ir.

 

—Si después de ese tiempo tu corazón no cambia… firmaré los papeles de divorcio y te dejaré ir.

 

Exactamente una quincena. El mismo período que su trabajo.

 

—Lo prometo.

 

Era la verdad, no una mentira. Maxim von Waldeck era un hombre que cumplía sus promesas, y confiaba en que podría recuperar el corazón de su esposa en una quincena.

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Comments for chapter "Capítulo 179"

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1 Comment

  1. Merry

    😭😭😭
    Amiga date cuentaaaa
    Gracias por el capítulo Asure!

    agosto 22, 2025 at 12:24 pm
    Responder
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