Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 177
—Aquí…
Bum, bum, bum, para que no se le escuchara el corazón latiéndole a mil por hora, Daisy tuvo que decir algo de inmediato.
—…¿Qué demonios está pasando?
—Te lo dije. Vine a comprar margaritas.
‘¿De verdad vino a comprar flores?’
A diferencia de ella, que se esforzaba por mantener la calma, Maxim era un descarado. A pesar de los años que habían estado separados, parecía tan relajado como siempre. Era patético ver lo mucho que ella estaba afectada por dentro.
—¿No me las va a vender a mí?
Maxim la interrogó sin darle un respiro.
Quería decir que no se las vendería, pero eso sería como admitir abiertamente que estaba alterada.
‘Claro, si quiere flores, se las doy y listo. No hay por qué complicarse’
—¿Se las doy en un ramo?
—¿Le das a la gente lo que te piden?
Cuando Daisy suspiró y respondió de mala gana, sus ojos se entrecerraron con suavidad.
Esa mirada, como si estuviera divirtiéndose… era la misma que Maxim ponía cuando estaba tramando algo.
—Hay dos tipos: ramo y maceta. Elija uno.
—Que me dé el que más le convenga a la vendedora.
‘Qué tontería dice. Es obvio que no le interesan las flores’
No tenía la obligación de prestarle atención, sin importar si a su exmarido le gustaban o no las flores, o si venía con motivos impuros.
‘Ahora soy una empleada y él es un cliente. Si vino a comprar flores, seamos profesionales, solo profesionales. A veces había clientes difíciles, así que si lo pienso como atención al cliente, no será tan difícil’
—El ramo es más fácil de llevar. Tardaré un poco, así que siéntese a esperar por allí.
—Está bien. Esperaré, tómate tu tiempo.
Ella señaló el sofá cerca de la entrada, pero Maxim se sentó en la silla justo frente a ella.
‘¿Para qué discutir? Solo sería una pérdida de aliento’
Podía sentir que él la miraba fijamente, pero Daisy ni siquiera lo volteó a ver y se concentró en hacer el ramo.
Un silencio incómodo se apoderó de la tienda. Entre el sonido de los tallos de las flores al ser cortados y el crujido del papel de envoltura, solo la mirada de Maxim era intensamente ferviente.
Después de un rato…….
—¿Te la pasaste bien mientras yo no estaba?
Cuando el ramo estaba casi terminado, fue Maxim quien rompió el silencio.
Era lo que solía decir cada vez que regresaba del trabajo, en los días en que ella era Daisy von Waldeck.
‘¿Qué estará tramando?’
Honestamente, estaba desconcertada. En ese entonces, era su esposa; ahora, es su exesposa. Lo que dijo era inapropiado para la situación.
—¿Acaso le parece que me la estoy pasando bien ahora?
—Te ves bien. Y te has puesto más guapa.
—…….
—Parece que a Izzy le gusta este trabajo.
—Su Majestad.
En cuanto escuchó el apodo «Izzy», lo interrumpió y usó un título formal.
—Su Majestad, me incomoda que me llame por un apodo. Por favor, no lo haga.
—¿Su Majestad?
—Sí, Su Majestad. Ya que estoy pidiendo un favor, le diré una cosa más. Sería bueno que una persona tan noble como usted se abstuviera de visitar un lugar tan humilde solo.
—¿Te preocupas por mí? ¿Crees que no puedo cuidar de mí mismo?
Maxim se burló y le respondió.
—Si viniera con mis subordinados, sería un evento oficial. ¿Es eso lo que quieres?
—No. Ya sea solo o con muchos…
Daisy apretó el lazo y le dio una buena forma, terminando el ramo.
Y se lo extendió, respondiendo con firmeza:
—No vuelva más.
—¿Por qué?
—Este es mi lugar de trabajo, no un espacio personal. Si Su Majestad me respeta un poco, por favor, no venga por su cuenta.
Sus miradas se encontraron en el aire, afiladas.
—¡Izzy!
En ese momento, Philip entró en la tienda llamándola por su apodo. Blandía una bolsa de pan como si estuviera presumiendo.
—Almorcemos juntos. Te traje sándwiches de tu lugar favorito, así que…
—¿Izzy?
Maxim volvió a preguntar. Sus ojos, que la interrogaban, estaban hundidos.
—Parece que tienen un tipo de relación en la que se llaman por apodos.
Obviamente, no era ese tipo de relación. A Philip no le importaba ni un poco, pero incluso si lo fuera, no era asunto de su exmarido entrometerse. Por lo tanto, no había razón para dar una explicación detallada.
—Ey, tú.
Philip, dándose cuenta de que algo pasaba entre ellos, frunció el ceño con una expresión amenazante.
—Es un cliente. Son 5 de oro, cliente.
—¿Cliente?
Philip se dirigió a Maxim, pero Daisy se apresuró a intervenir.
A veces, había clientes que venían con el pretexto de comprar flores y coqueteaban con Daisy. Al parecer, él pensó que Maxim era uno de ellos. Philip le arrebató el ramo de las manos a Daisy.
—Yo soy el dueño de este lugar. Y no le voy a vender nada a un rufián como tú que coquetea con mis empleadas. ¡Lárgate, idiota!
—Philip, no es nada, no te metas.
—¡Vete antes de que llame a la guardia!
A pesar de que Daisy lo detuvo, Philip provocó a Maxim, que ya estaba sentado, empujándolo del pecho. Maxim, en lugar de ceder, se levantó de inmediato, lo agarró del cuello y lo acorraló contra la pared.
—Ey, dueño. Dilo de nuevo. ¿Izzy?
—¡Cof, cof, hmmm, cof…!
—Llama a la guardia si quieres. Te romperé el cuello justo enfrente de ellos para que lo vean.
Philip se ahogaba y se retorcía con la fuerza monstruosa de su agarre, pero Maxim no lo soltó. Incluso había una hostilidad cruda en sus ojos.
—…¡Max! ¡Por favor!
Al escuchar a Daisy llamarlo con urgencia, Maxim pareció volver en sí, aflojó la mano que le apretaba el cuello y se volteó.
—Me llamaste. Max.
Cuando sus ojos se encontraron con los de una Daisy asustada y a punto de llorar, la expresión endurecida de su rostro se iluminó con una sonrisa.
—Así es, Max. De verdad no has cambiado en nada.
Era el mismo de hace dos años.
Brutal por cuenta propia, egoísta, sin pensar en la situación de los demás. Un hombre increíblemente arrogante. Estaba harta de verdad. Daisy lo atacó con resentimiento.
—¡No se comporte así en mi lugar de trabajo! ¡Estoy realmente harta de que actúe de esa manera tan irrazonable!
—…Está bien.
Maxim pareció ceder a su ímpetu y asintió lentamente.
—Escucharé lo que digas. Seré obediente.
Cuando la mano de Maxim se soltó por completo, Philip, que había estado a medio metro del suelo con el cuello agarrado, cayó al piso como una muñeca. Su aspecto, tosiendo con los ojos inyectados en sangre, parecía precario.
—Aquí tienes, dueño. Esto es por las flores y por el alboroto.
Maxim sacó algunos billetes, se los arrojó a Philip, que estaba en el piso tosiendo, y tomó el ramo.
Luego, se acercó la flor a la nariz e inhaló profundamente.
—Huele bien. Y es muy bonita. El empleado tiene bastante talento.
‘Qué idiota. Después de casi matar a alguien, ¿eso es lo que tiene que decir?’
Maxim von Waldeck, incluso después de convertirse en rey, seguía siendo infantil y tonto en algunos aspectos. Daisy entrecerró los ojos y Maxim añadió a modo de excusa:
—Es cierto que no he cambiado. Sigo siendo el mismo que lame si Izzy le pide que lama, y que se arrastra si Izzy le pide que se arrastre. Dicen que si la gente cambia de repente, se muere.
—Entonces se irá si le digo que se vaya, ¿verdad?
—Qué despiadada. Está bien.
—Un favor, no vuelva nunca.
Era como tropezarse con sus propias palabras. Maxim se inclinó cortésmente en la entrada y se despidió.
—De todos modos, nos volveremos a ver. Espéralo. Yo siempre cumplo mis promesas.
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—Su Majestad, ¿hay algo que lo incomode?
Marco Montardi, el jefe de la casa Montardi, le preguntó con cautela al distinguido invitado de Antica, mientras intentaba leer su estado de ánimo.
Maxim von Waldeck, el valioso invitado, bebía sin parar champán, a pesar de tener una suntuosa comida frente a él.
—Casi no ha comido. ¿Acaso no le gusta la comida?
La familia Montardi tenía una larga historia con Maxim von Waldeck, que se remontaba a la época en que se hizo famoso como mercenario.
Desde entonces, Marco había pensado que era una persona extraordinaria, por lo que mantuvieron una relación amistosa.
Esta vez, Maxim había planeado una visita no oficial antes de ir al palacio real de Egonia, Marco había visto una gran oportunidad para monopolizar el comercio.
‘¿Qué le molestará de repente?’
Al igual que en el pasado, era difícil saber qué pasaba por su cabeza.
—La comida no es el problema. En el futuro, me gustaría comer solo en mi habitación. Es un poco molesto tener que bajar al comedor a cada comida.
—Ah, en ese caso, le diré a un sirviente que le lleven la comida a su habitación a partir de ahora.
—Y sobre la decoración floral…
Los ojos de Maxim, que habían estado apáticos todo el tiempo, se iluminaron.
—¿Recuerda la decoración de margaritas que hicieron la primera noche?
—Me preocupaba un poco. ¿Verdad que era un poco modesto? Le daré una llamada de atención a mi esposa.
—No, me gustó. Me hizo sentir como si estuviera de pícnic, me abrió el apetito y la persona que lo hizo tiene mucho talento.
—¿Ah, sí? Me alegra escucharlo.
—Por eso……
Maxim apoyó el codo sobre la mesa y se recostó en la mano.
—Si es posible, me gustaría ver margaritas en cada comida.
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Merry
Aaaay ese Maxim, está loquito de amor y obsesionado también jajaja
Gracias por el capítulo Asure!
Eliz_2000
Obsesivo, violento, por qué no decirlo, muy grosero, pero es todo tuyo Daisy