Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 104

—¿De, de repente?

—Haa……

Maxim se rio con desánimo ante las palabras que le salieron sin pensar.

—¿De repente? Sinceramente, es un poco humillante. Después de haberme declarado, ¿no es una reacción demasiado… exagerada?

—…Lo siento. Es que, me, me sorprendí un poco. Lo, lo siento…

Incluso ella misma pensó que su reacción había sido grosera, así que la reacción de Maxim era quizás comprensible.

Daisy se disculpó, desorientada.

—Que pidas perdón duele más.

Le dolía la cabeza y se sentía mareada, como si le hubieran dado un fuerte golpe en la nuca. Cada vez que respiraba, sentía un crujido, como una muñeca rota.

Pero, ¿no fue realmente un poco repentino? ¿Y por qué esa mirada? Era tan seria, tan pesada, que la hacía sentir aún más avergonzada.

No, ¿de repente?

¿Por qué de repente…?

—Tienes cara de querer preguntar por qué.

¡Maldita sea, ¿cómo lo supo?!

Era escalofriantemente preciso.

—¿Me equivoco en mi suposición?

—No, yo, para nada…

Se hizo la desentendida, pero al instante sus orejas se pusieron tan calientes como si estuvieran en llamas.

Maxim no dejó pasar ese cambio fugaz.

—Van a explotar.

—…¿Sí?

—Ya te lo dije. A Izzy se le nota cuando miente por las orejas.

Él besó juguetonamente su lóbulo de la oreja, que estaba completamente rojo.

¿Es una broma? No lo parece. Pero no debería bromear con algo así, ¿o sí? ¿Y si no…?

La mente de Daisy seguía dando vueltas en un caos.

—Es, es solo que… me lo dijo de repente. Como si no tuviera sentido.

—Ah, ah. ¿No tuvo mucho sentido?

—……

Intentó excusarse, pero cuanto más intentaba desenredar la madeja, más se enredaba, cuanto más intentaba arreglarlo, más desordenado se volvía.

Si iba a seguir diciendo tonterías, sería mejor que se callara.

Daisy se mordió el labio inferior con fuerza, Maxim, tercamente, se lo quitó con la punta del dedo.

—Asumí que, por supuesto, tenías una idea de mis sentimientos.

¿Cómo iba a saberlo si no lo decía? Ella no era telépata.

Estaba exasperada, pero ella tampoco había actuado bien. Había respondido con grosería a una confesión bastante seria, así que decidió no indagar más. Sin embargo, Maxim parecía estar igualmente exasperado.

—Pero a mí también me resulta un poco absurdo. ¿No te diste cuenta para nada, a pesar de que tuvimos tanto sexo?

—Es que, eso… como estábamos casados, obviamente…

—¿Y ese «obviamente» no se volvió obvio hace poco?

Hemos tenido tanto sexo. No sabía que era hace poco.

…Pero si es hace poco, ¿no es aún más extraño? No sé si fue que nos amamos por tener sexo, o si tuvimos sexo porque nos amamos.

Su cabeza le dolía con toda clase de pensamientos. Cada vez que decía una palabra, sentía que se quedaba sin habla y, al mismo tiempo, que su salida se bloqueaba.

Maxim, algo decepcionado, añadió con una expresión un tanto afligida:

—Yo también debería decir algo obvio. No sé cómo me ve Easy, pero soy más conservador de lo que parezco. Especialmente, mi principio es no tener sexo sin amor.

—…Para ser así, desde el segundo día que me vio, no paró de hablar de la noche de bodas.

—Es que en ese momento también te amaba. ¿Hay algún problema?

—Es imposible…

—¿Por qué es imposible?

—Simplemente… no hay razón para que me ames.

¿Amar a una mujer que solo ha visto dos veces?

¿Se puede llamar amor a un flechazo? Aunque no podía definir el amor con claridad, el amor, para Daisy, era al menos algo con un contexto más plausible y una historia de intercambio.

Daisy entrecerró los ojos y Maxim, a su vez, le preguntó:

—Más bien, me gustaría preguntarte a ti, Easy. ¿Necesitas una razón para amar?

—……

—Te amo porque eres mi esposa. Porque eres tú, Izzy. ¿Necesito alguna otra razón?

Aunque algo era extraño, y al mismo tiempo, si se consideraba solo esa frase, era tan obviamente cierta que no tenía nada que decir.

Además, si un esposo ama a su esposa, decir que no debería hacerlo, francamente, parecería ridículo.

—Aun así, parece que Izzy quiere una razón… Te lo diré de forma más específica.

Realmente, no podía ganar una discusión con este hombre. Sentía que cuanto más se prolongaba el enfrentamiento, más se hundía en el lodazal que Maxim había preparado.

—Cuando abro los ojos por la mañana y tú estás a mi lado, me siento tranquilo. Y cuando me baño y me visto con el uniforme para ir al trabajo… cuando te veo durmiendo plácidamente. Eso me resulta tan adorable que siempre he querido despertarte y decirte que te amo. ¿Soy malo?

—……

—Puede que para Izzy sea inesperado, o muy repentino, pero debo decir esto. No creo que se necesite un momento especial para expresar amor. Ahora es así, y en el futuro también lo será.

El aire juguetón de sus ojos gris azulados desapareció, dejando solo una mirada penetrante y aguda.

Lo demás, no importaba. Pero que Maxim no estaba diciendo palabras vacías, sino su corazón, eso lo sintió vívidamente en su piel.

—Te amo, Easy.

Y una vez más, como para grabarlo, confesó con insistencia.

—Siempre, en momentos tan insignificantes. De la nada… te diré que te amo tan a menudo como pueda. Hasta que Easy se acostumbre tanto que me diga que, por favor, pare de decir esas cosas obvias.

—……

—Si por casualidad esperabas un momento especial y romántico, lo siento. Por temor a esperar solo eso y, lamentablemente, no poder decir lo que es tan obvio……

Sus largas pestañas temblaron levemente. Fue porque Maxim, a mitad de sus palabras, exhaló un largo suspiro.

—Sinceramente, eso es lo que más me aterroriza.

Hasta el hombre que parecía no temerle a nada, tenía sus miedos.

No eran enemigos, ni seres sobrenaturales, sino solo uno: aquello que concernía a su esposa.

Un silencio se extendió después de la desgarradora confesión.

—¿No… vas a responder?

Maxim fue quien rompió el silencio primero.

—Dime que también me amas. O que estás feliz. Ya sabes, algo así. O que soy asqueroso, así que me calle. O que es absurdo. Cualquier cosa está bien. Así que, di honestamente lo que sientes.

—……

—Me da un poco de vergüenza, pero quiero escuchar tu respuesta, aunque sea así.

¿Qué debía decir?

Daisy no sabía cómo definir el sentimiento que la embargaba en ese momento.

Era innegable que se sentía atraída por Maxim como hombre.

Aunque a veces era un poco abrumador, el sexo con él era bastante placentero. Si dejaba de lado el hecho de que él era su objetivo, no cabía duda de que era un esposo infinitamente amable, aunque a veces algo terco.

Pero el hecho de que él fuera su objetivo era una verdad inmutable, y también sabía que, al ser una relación con un final predeterminado, no debía sentir esas emociones.

¿Estaría bien no solo jugar con fuego, sino también enredarse en un juego de amor irresponsable?

……No, claro que no estaría bien.

No podía hablar porque sabía que no había mentira en la mirada con la que él la observaba. ¿Podría dejar a este hombre, con quien su corazón se había conectado, y marcharse sola? Quizás sería una mejor opción negarlo desde el principio que hacer una suposición tan desoladora.

Cobardemente. Hoy tampoco llegó a ninguna conclusión. Los labios de Daisy se movieron en el aire, incapaces de pronunciar palabra alguna.

—Perdón por insistir. Es de lo más infantil.

Maxim, que la había observado por un buen rato, a regañadientes curvó las comisuras de sus labios.

—Aunque no quiera, frente a ti, Easy… siempre me convierto en un tonto incorregible.

—……

—Bueno, está bien. Está bien que Easy solo reciba. Incluso si nunca soy amado, no importa.

Él besó suavemente los labios temblorosos de Daisy y añadió:

—Te amo, Izzy.

Ante la dulce confesión que se repetía una vez más, Daisy se quedó sin aliento.

—Te amo.

Pensaba que era suficiente con poder decir «te amo» mientras la tenía frente a él.

—Te amaré tan naturalmente como respiro, no, incluso si no pudiera respirar, seguiría amándote.

Solo con que estuvieras viva y respirando frente a él. Hasta el más mínimo temblor y calor que sentía en sus labios era motivo de gratitud.

Maxim lo pensaba así.

Así que decidió no desear más. Cualquier cosa más allá de eso sería codicia.

Pero…

La punta de sus dedos se posó sobre el cabello oscuro de él.

—…Vaya con cuidado. Vaya rápido para no llegar tarde.

Su caricia. Incluso su voz temblaba, pero lo dijo clara y distintamente.

—Y debe volver temprano. Para cenar juntos.

‘Regresa’

—Te esperaré. Mi esposo.

‘Te esperaré’

Ella dijo.

—Sí.

Con una breve respuesta, sus labios se unieron de nuevo. Y permanecieron un buen rato uno sobre el otro antes de separarse a regañadientes.

—Ya vuelvo.

‘El lugar donde tú estás es el lugar al que regresaré. Incluso si escapas por tu cuenta, definitivamente te encontraré. Y volveré a ti incluso si tengo que repetir mi vida’

—Ya vuelvo. Mi esposa.

Se despidió de nuevo, repitiendo su promesa.