Batalla de Divorcio - BATDIV - Capítulo 101
¡Boom!
Apenas el hombre abrió la puerta del almacén, su cuerpo fue empujado y acorralado en un rincón. Fue amordazado de inmediato por dos figuras misteriosas y atado a la pared. Un frío punzante en su cuello lo dejó inmóvil, conteniendo la respiración, solo sus ojos rodaban.
—Sí, es una rata.
—¿Ves? Te lo dije. Una rata.
Ante las dos voces familiares, las pupilas de la «rata», es decir, de Noah, se dilataron a punto de estallar.
—¿Qué haces tú aquí?
—¿Te envió el jefe?
—Mmm, ¡ugh!
Noah, completamente dominado por Rose y Easy, las dos mujeres testarudas, sollozaba como si se estuviera ahogando. Al darse cuenta de que la mano que le cubría la boca era la de Daisy, Noah le lamió la palma.
—Ay, joder. Qué asco. ¿Quieres morir?
—Primero suéltame para que pueda responder.
Daisy, asqueada, retiró la mano, y en su lugar, acercó más la horquilla que le apuntaba al cuello. Noah, al parecer encantado con su reacción de desconcierto, se rio entre dientes y añadió:
—Por cierto. Te has puesto más deliciosa desde la última vez que te vi, Easy.
—…Yo me encargo de matarlo, Rose, tú encárgate del cadáver.
Cuando la mirada de Daisy brilló con intención asesina, Rose intervino.
—Está bien que lo mates, pero primero escucha. Y Noah, carajo, deja de joder a Easy. Ella es una mujer casada.
—Es una pena. Easy fue mi primer amor.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando Noah sonrió astutamente, como un zorro, le sostuvo la mirada. De repente, una voz untuosa se dispersó en su oído.
—Easy, soy bueno. No me importa que seas casada, una aventura es bienvenida.
—¿Quieres quedarte impotente? Soy buena. A mí también me encanta el corte.
Finalmente, Daisy, incapaz de soportarlo más, sonrió dulcemente y ajustó la horquilla. La punta afilada no apuntó a su cuello, sino a su centro, y el rostro de Noah se puso pálido.
—Escupe rápido por qué viniste. Antes de que ese insignificante pene de rata que tienes lo clave en un pincho y se lo dé de comer a los perros.
—…Qué miedo. Está bien, hermana mayor.
Pensó que se había convertido en una dama, pero su boca sigue siendo sucia. Las palabras soeces no le sentaban bien con su rostro inocente. Esa disonancia seguía siendo de su estilo. Noah pensó trivialmente y se rindió de buena gana.
Noah, del mismo grupo Clean, era tres años menor que Daisy y Rose. Su actitud predeterminada siempre fue la de igualarlas, solo cuando estaba en desventaja las llamaba ‘Noona’ para salirse con la suya.
—Parece que al jefe le preocupaba enviar solo a dos mujeres a una misión importante.
¿Misión importante? La expresión de Daisy se endureció. A Noah, indiferente, arqueó una ceja y añadió, como para confirmar:
—Así que me envió a mí. Para protegerlas a ustedes, Noonas.
Peor imposible.
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—Aaah…
Un suspiro se escapó junto con una risa amarga. Daisy, tendida boca arriba en la cama, se cubrió los ojos con el brazo.
—Ay, muchacha. ¿Por qué suspiras así? Se va a hundir la tierra.
—Uf…
Rose, quien la regañaba, también suspiró sin darse cuenta.
—Tú eres igual. ¿Qué esperabas?
—¿En serio?
Daisy rio con incredulidad, Rose también lo admitió con una sonrisa.
—De todos modos, algo no me cuadra. ¿Soy la única?
La primera en preguntar fue Rose. Casualmente, Daisy pensaba exactamente lo mismo, aunque no lo había expresado con palabras.
—…Bueno, debe ser cosa de la imaginación.
Aunque respondió a regañadientes, Daisy sintió como si su cuerpo se hundiera en la cama. Un agente más de Clean había sido enviado a Waldeck. Dada la naturaleza cautelosa de Conde Therese, era una regla no desplegar a muchas personas en una misma misión. La posibilidad de que su identidad fuera descubierta aumentaba con cada persona desplegada.
Por eso, cuando Rose fue enviada a Waldeck, en ese momento, se quejó de que para qué tanto alboroto. Pero, ¿enviar incluso a Noah? A Daisy no le gustaba el envío adicional, no solo porque eran enemigos, sino porque, sinceramente, había otra razón.
Sentía aversión porque la misión, que se les había dado como su última tarea y que parecía una asignación sin importancia, se volvía cada vez más seria.
Cuando la misión era que Daisy fuera la esposa de nombre de Maxim von Waldeck, estaba sola. Después de que él regresó vivo, y se necesitó una esposa falsa, Rose se unió. Y después de que la reina se acercó a Maxim von Waldeck, incluso Noah. Era lo peor.
Al mirar hacia atrás, cada vez que la dificultad de la misión aumentaba, se añadía un agente más. La conversación que tuvo en la oficina de Conde Therese hace un tiempo le rondaba por la cabeza.
—Jefe, ¿y si Maxim von Waldeck se alía con Egonia? Nuestra situación… se complicaría, ¿verdad?
—Así es. Nosotros tampoco podríamos quedarnos de brazos cruzados.
Aunque Maxim aún no se había aliado con Egonia, solo el hecho de que la reina mostrara tales movimientos era motivo de alerta para la organización. Hace unos días, cuando Rose le contó que había visto a la rata, es decir, a Noah, no lo creyó. O quizás, no quiso creerlo.
Como Rose seguía parloteando persistentemente, se escondió para verificarlo. Una vez que lo confirmó con sus propios ojos, no tuvo nada que decir.
Noah dijo que se había infiltrado como un sirviente que hacía trabajos menores. Como su principal tarea era ayudar en la preparación de las comidas en la cocina, no se quedó en Waldeck, sino que siguió hasta la casa de la capital.
Un silencio incómodo se prolongó por un momento. Rompiendo ese silencio, la primera en hablar fue Rose.
—…¿Será que el jefe no confía en mí?
—¿Eh?
—No, es que no entiendo por qué tuvo que enviar a esa rata también. Si fuera solo tú, no pasaría nada, pero él sabe que estoy pegada a ti, cuidándote en cuerpo y alma.
A Rose también le parecía algo extraño.
—No, no es que no confíe en ti, sino en mí. Sinceramente, tú sola ya me agotas hasta la muerte.
Daisy soltó una risita y corrigió las palabras de Rose. Sin embargo, Rose no parecía tener intención de escuchar a Daisy.
—¿No crees que lo hago bien? Sinceramente, si no fuera por mí, todavía estarías perdida sin poder tener sexo.
—Mmm.
—Un don nadie tan inmaduro como tú… ¿Crees que es fácil hacerse cargo de cada detalle? Carajo, esa rata solo sabe levantársela y acosarte. En pocas palabras, ¿para qué sirve ese cabrón?
Rose refunfuñaba sin parar. Como ella decía, Noah realmente no tenía ninguna especialidad. Era astuto, bueno para las relaciones sociales y hábil en general, pero no sobresaliente.
Por eso, se sentía aún más inquieta. No podía entender las verdaderas intenciones del jefe al enviar a Noah.
—…Daisy, tú me conoces mejor que nadie.
—Así es. Bueno, también es cierto que te debo mucho a ti, Rose.
Daisy lo admitió con una sonrisa condescendiente para Rose, quien parecía algo apesadumbrada. En realidad, a menudo salía de situaciones difíciles con las tonterías que le había enseñado Rose.
Es una perra molesta, pero útil. Le resultaba desagradable que la conociera tan a fondo, y al mismo tiempo, le inspiraba confianza.
—Sé que te preocupa lo de Egonia. Pero por lo que leo en el periódico, tu esposo no se va a mover de allí por un tiempo…
Daisy también lo sabía porque había leído los artículos que se publicaban a raudales. Maxim, que se había mantenido en silencio sobre lo ocurrido en la ópera benéfica, recientemente había resuelto la curiosidad del público de forma contundente.
[Gran Duque Waldeck: —No hay margen de negociación en el asunto de mi esposa]
[—No perdonaré a nadie que insulte a mi esposa]
Sabía que adoptaría una postura firme.
[—Amo a Daisy]
Definitivamente, esa fue la respuesta que salió de su boca. Todos los periódicos decían lo mismo al unísono. Al leer esa respuesta tan inusual, la palabra «amor», su corazón dio un vuelco. A pesar de pensar que solo eran palabras vacías, no pudo sacárselo de la cabeza, lo que le dificultaba calmarse.
¿Amor? ¿De qué servía un romance tan imprudente en un matrimonio con un final ya definido?
—También estoy dispuesto a dar mi vida para evitar el divorcio. ¿No cree que debo esforzarme tanto para no arrepentirme?
Sin embargo, Maxim no quería el divorcio y dijo que estaba dispuesto a morir para evitarlo. Pensar en eso de alguna manera la asfixiaba.
—Ey, por cierto. Daisy, tú, perra…
Rose, que estaba tendida en la cama con Daisy, se puso boca abajo y se acercó.
—Oye, parece que estás bastante rica, ¿eh?
—¿De qué hablas?
—Bueno, tus pechos son grandes, sí. No he visto a ningún hombre al que no le gusten los pechos grandes, pero a tu esposo en particular…
—¡Por favor, ya… carajo!
La irritación de Daisy explotó cuando Rose metió la mano y, de repente, le apretó los senos.
—¿Por qué? Tu esposo también dijo: ‘Daisy tiene los pechos grandes…’, no sé qué más. Oye, al tocarlos, son más grandes de lo que parecen.
……Te dije que tuvieras más cuidado con lo que dices.
Parecía que había oído lo que Maxim le había susurrado al oído antes. Qué desastre. Daisy golpeó el dorso de la mano de Rose como si estuviera matando un insecto y la apartó, y Rose se rio entre dientes.
—¿Estás tomando bien las píldoras anticonceptivas?
—Por supuesto.
—No te olvides de tomarlas. Sabes que si quedas embarazada, no hay solución, ¿verdad?
¿Embarazada? Se preocupa por todo. De todos modos, ya las tomaba sin falta porque Rose se encargaba de recordárselo con tanta insistencia.
Era obvio que Maxim no se preocupaba por el control de la natalidad. Al contrario, esperaría que no pudiera divorciarse si quedaba embarazada, así que Daisy estaba siendo especialmente cuidadosa.
Aunque su ciclo menstrual era irregular, pensó que no habría grandes problemas, ya que estaba tomando bien las pastillas.
—De todos modos, enviar incluso a esa rata… ¿Se habrá complicado la situación?
Rose murmuró como si nada. Rose solía ponerse más traviesa cuando estaba preocupada.
—Quizás el jefe solo está envejeciendo. Parece que tiene muchas preocupaciones.
Daisy intentó tranquilizar a Rose haciéndole ver que no era para tanto, pero en el fondo, Daisy sabía que la última misión de la nombre clave Easy había cambiado por completo desde el principio.
No debería haber ningún problema, ¿verdad?
Solo deseaba que su mal presentimiento se equivocara. Pero su deseo se desvaneció sin remedio poco después.
Asure: Estos lectores de idioma inglés xd
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