A mi primer amor, con pesar - 14

—Tienes a Ned, ¿no es así?

—A mi chófer se lo robó Harry.

Incluso ahora, Harry se lo había llevado y no estaba en casa. Aunque ella había esperado deliberadamente a que se llevaran a su chófer antes de venir a informarle a su padre.

—Ethan, no puedo confiar en que ese sujeto sepa conducir si ni siquiera tiene coche. Usa otro…

Antes de que su padre sacara sus propias conclusiones sobre que usara otro chófer, Eve intervino:

—Y a la amante de papá también se la robó Harry.

Los ojos de su padre se afilaron.

—… ¿Qué estás diciendo?

—Anoche vi a Chantal salir del dormitorio de Harry.

Las mejillas de su padre, caídas como las de un bulldog, temblaron. Chantal se puso completamente pálida e intentó hablar con urgencia, pero Eve no le dio tiempo de explicarse.

—Dicen que los que beben de la misma leche son hermanos. Entonces, ¿qué relación tienen un padre y un hijo que se han acostado con la misma persona?

—¡Basta! Vete, Eve.

Su padre miraba fijamente la puerta abierta. El hecho de que no pudiera mirarla a los ojos significaba que solo estaba avergonzado de ver a Eve, no enojado.

—Entonces, ¿lo permite?

—Haz lo que te plazca en cuanto al personal.

En este momento, su padre no tendría la tranquilidad suficiente para dudar de la relación entre su hija y el nuevo chófer. Un espectáculo ridículo se desplegó a espaldas de Eve mientras ella se daba la vuelta inmediatamente después de conseguir lo que quería.

—D-Duque, juro que nunca fui a la habitación del Barón…

—¡Tú también, lárgate!

¿Será verdad?

Eve tampoco lo sabía. Porque lo de haber visto a esa mujer salir del dormitorio de Harry era mentira.

Aunque sí había notado un ambiente sutil flotando entre Harry y Chantal esta mañana. ¿Quizás era ese ambiente peculiar que solo existe entre un hombre y una mujer que ya han estado juntos?

En cualquier caso, su padre ahora se mantendría alejado de esa mujer. No tendría el hobby de intercambiar enfermedades venéreas con su hijo.

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Ethan no pudo evitar comentar sobre su cabello reflejado en el espejo.

—¿Por qué te pusiste rebelde precisamente hoy?

Normalmente, se veía presentable incluso peinándolo a la ligera, pero hoy, cuanto más se esforzaba, peor se veía.

—Jah…

No tenía tiempo para seguir arreglándolo a su gusto. Ethan se puso la corbata, el chaleco y la chaqueta.

Tal vez porque lo había guardado con cuidado, usándolo solo una vez para su ceremonia de ingreso. Su aspecto con el mejor traje que poseía era tan extraño que resultaba difícil de mirar.

De la cabeza a los pies. Se sentía ajeno a sí mismo.

Al fin y al cabo, su cita con Lady Evelyn era como si estuviera usando ropa ajena.

—Deja de pensar tonterías. Eve me eligió a mí.

Ethan se advirtió a sí mismo en el espejo y salió de la casa. Cuando se subió a la motocicleta, el Capitán, que estaba sentado en el patio trasero leyendo el periódico, preguntó:

—¿Vas a encontrarte con esa señorita?

—No. Conseguí un trabajo.

Las cejas blancas como gaviotas se alzaron.

—¿Qué trabajo?

—Chofer de la casa ducal.

—¿No será Barón Langdon?

—No. Es para llevar a Becky y a Lady Evelyn.

—Eso me parece muy bien.

La mirada del abuelo volvió al periódico. Parecía no sospechar en absoluto de su relación con Eve.

Ya se dio cuenta de que tengo una mujer. Solo no dejemos que descubra quién es.

Por eso, para poder verse a menudo sin levantar sospechas, se había disfrazado de chófer. Al llegar a Whitecliff Hall, Ethan fue directamente al garaje.

—Miren quién está aquí. Cuánto tiempo.

El encargado del garaje de la casa ducal era una cara conocida. Aunque, ¿quién no sería una cara conocida entre los nativos de esta pequeña ciudad?

—Cámbiate con esto.

Pensó que solo tenía que recibir el coche, pero le entregaron primero el uniforme de chófer. Aunque estaba en la ruina, el hecho de ponerse la gorra de visera sobre el cabello que había arreglado con tanto esmero para la cita le hizo sentir como si lo hubieran forzado a meter la cabeza en agua helada; se sintió despejado, pero al mismo tiempo, muy desagradable.

Con el uniforme de chófer puesto, él no era el amante de Lady Evelyn, sino su sirviente.

La fría pared del estatus se hizo tangible una vez más. Esto era solo el comienzo, y tendría que soportarlo innumerables veces, pero su insignificante orgullo se sentía herido solo por esta simple ropa.

Ethan se rio de sí mismo, se quitó la chaqueta del traje que había sacado con tanto esfuerzo y se puso la chaqueta del uniforme.

Aun así, no podía evitar querer ocultarle a la mujer que amaba lo insignificante que era.

—Que tenga un viaje seguro, Lady.

Apenas Eve salió por la puerta principal de la mansión, recibiendo el saludo del mayordomo, su corazón dio un vuelco.

Ethan, vestido con el uniforme de chófer, estaba esperando con las manos cortésmente juntas, como cualquier otro chófer.

Ethan abrió la puerta trasera del coche con una mano enguantada de cuero negro. Eve se quedó parada como un trozo de hielo, y solo después de que Becky le preguntó qué pasaba, subió al coche.

Ethan cerró la puerta en silencio y se dirigió al asiento del conductor. El coche arrancó tan pronto como Becky se subió al asiento del copiloto. Incluso cuando el coche salió lentamente de la mansión y recorrió el campo antes de entrar en la ciudad, Eve no dejó de mirar fijamente el espejo retrovisor.

Y hasta ese momento, Ethan no la había mirado ni una sola vez a los ojos.

Ethan, que conducía mirando solo al frente, se sobresaltó y casi pisa el freno. Fue porque Eve extendió la mano de repente y le quitó la gorra. Sus ojos se encontraron en el espejo.

¡Pac!

La dama, cuyos ojos, y cuyo temperamento, se asemejaban a una llama, arrojó con fuerza la gorra de chófer al asiento trasero. Becky parpadeó con los ojos muy abiertos, sin entender por qué la señorita estaba molesta.

Ethan, que sí lo entendía, no pudo contener la risa.

Estar de mal humor por la misma razón que su amante era, de algún modo, una sensación agradable.

El lugar al que llegaron después de dos horas de viaje en coche era una playa común, como las que había en Cliffhaven. Para evitar encontrarse caras conocidas durante su cita, no les quedó más remedio que ir a un lugar turístico lejano de su ciudad natal.

A pesar de haber llegado a un lugar tan seguro, Ethan mantuvo la distancia después de ayudar a Eve a bajar del coche.

No había dónde protegerse del sol en el paseo marítimo. Ethan, que se había quitado la chaqueta de chófer al salir del coche, vestía chaleco y corbata. Se veía elegante, pero parecía acalorado.

Ethan también sentía calor y se llevó la mano al nudo de la corbata, pero no la aflojó y, en cambio, se remangó las mangas.

¿A dónde se dirigirá esa mano ahora? ¿A mi mano?

… A su cabello.

Ethan se había estado tocando el cabello desde hace un rato, y su expresión y sus gestos mostraban irritación.

¿Qué es lo que le molesta tanto?

¿Qué estaría pensando Ethan? Ayer se atrevió a besarla desde el primer momento y la tocó sin dudar, pero hoy actuaba como si eso nunca hubiera pasado.

—¡Vaya, los plátanos están súper baratos en este barrio!

Becky, que caminaba junto a Eve, se sintió atraída por un carrito de frutas. Le entregó la sombrilla a Ethan y se fue a comprar fruta, haciendo que el silencio entre los dos se volviera aún más incómodo.

—¿Será para la valiosa señorita que está detrás de usted?

—No. Es para comprárselos a mi abuelo anciano con mi salario de sirvienta de ratón.

Estaban parados en el paseo observando las habilidades de regateo de Becky, cuando escucharon un alboroto detrás. Al darse la vuelta, vieron a un grupo de niños corriendo hacia ellos con algodón de azúcar y helados en las manos.

Justo cuando Eve pensó que chocarían de frente y mancharía su ropa, un brazo grueso se envolvió alrededor de su cintura.

Ethan la rodeó y la atrajo hacia su pecho. El puro aroma corporal que no había podido percibir ayer debido al olor a alcohol y tabaco, se vertió en sus pulmones. Su cabeza se sintió mareada, como si hubiera bebido licor fuerte.

Molestamente, Ethan se apartó de Eve tan pronto como la movió al costado del camino. Por ello, ella fue sorprendida tambaleándose mientras estaba quieta.

—Ten cuidado.

Ethan se asustó y la sujetó de nuevo, sentándola en el único banco vacío que quedaba al costado del camino. La preocupación era evidente en los ojos del hombre, que se paró frente a ella como vigilándola, sosteniendo la sombrilla sobre su cabeza.

—¿Te dio un golpe de calor?

Él tomó el abanico de la mano de Eve y lo agitó hacia su rostro. Si su estado de ánimo en ese momento fuera un pájaro, estaría volando alto con el viento que él estaba creando.

Ethan Fairchild cuidaba de Eve de la misma manera cuando eran niños.

—Lady, ¿tiene frío?

—… Un poco.

—Póngase mi ropa.

—¿Tú no tienes frío?

—Me da más miedo que la Duquesa se resfríe que el frío.

Antes no le afectaba, pero ¿por qué hoy se sentía como si estuviera volando por el cielo?

—¿Por qué no vamos a un café y tomamos algo frío?

—No, estoy bien ahora.

Eve sonrió brillantemente. El invierno de Ethan, que parecía retirarse y luego la cubría de nuevo, se derritió sin remedio ante su sonrisa que se parecía al sol de verano.

¿Por qué no me sonreíste así antes?

Evelyn Sherwood no solía sonreír. Era una especie de estrategia de autodefensa.

Aunque lo sabía bien, al ponerse la extraña etiqueta de «amante», esos labios que formaban una línea recta y rígida no le parecían ya una máscara familiar. Se sentían como un frío rechazo.

¿Fueron su confesión y su beso de anoche solo un impulso momentáneo? ¿Se habrá arrepentido al salir el sol y recobrar la sobriedad, dándose cuenta de que ella era demasiado valiosa para alguien como él?

Estaba ansiosa, pensando que esa cruel frase, «Volvamos a ser amigos», podría salir de su boca esperando a que Becky se fuera…

… Pero dijo que estaba bien ahora.

Sonriendo con una luz sin sombra.

De esa manera, puso un punto final completo a ese largo invierno de amor no correspondido. Y vergonzosamente, se dio cuenta por primera vez frente a la mujer que amaba que él no era más que un novato torpe e inexperto.