A mi primer amor, con pesar - 11
¿Con qué diablos de intención?
En el lado que le ofreció a Ethan para que mordiera, la marca de lápiz labial rojo era clara. Un caballero debería haberse negado, pero Ethan Fairchild ya era un cachorro de bestia. Con la mirada fija en la mujer que se arriesgaba con él, inclinó la cabeza con cautela, como si se acercara a un gato caprichoso, y tomó el cigarrillo que ella sostenía entre sus delgados dedos.
Una huella labial que no debía atreverse a anhelar se adhirió a él. Nunca antes se había sonrojado ante las humillaciones de los peces gordos, pero ante el acto de esta lady, de intenciones desconocidas, las llamas crecieron en todo su cuerpo.
Ethan lamió la punta del cigarrillo, humedecida con una saliva que no debía atreverse a probar. Su deseo creció, y con él, el impulso de saber más sobre esta mujer.
¿Habrá hecho esto sabiendo que su acción se sentiría como una provocación?
¿Habrá hecho esto a otros hombres también?
…En ese caso, ¿la habrán besado alguna vez?
En el instante en que la pregunta lo alcanzó, Ethan se sintió indescriptiblemente asqueado. Masticando el extremo del cigarrillo con los dientes, un extremo que ni siquiera se había atrevido a morder con sus labios de puro aprecio, preguntó con fastidio:
—¿Es esta la forma habitual en que comparten un cigarrillo?
—¿No te dije que sería un secreto solo entre tú y Becky?
La mujer, que lo había paralizado a tal punto de olvidar lo que acababa de escuchar, se burló del descontrolado Ethan y luego volvió a acercar y a alejar el cigarrillo de sus labios.
Los labios rojos no se fruncieron ni se cerraron de nuevo. Por eso, Ethan pudo ver claramente la lengua húmeda jugueteando y envolviendo el humo seco que se había acumulado dentro de su boca. Quería enredarse en esa lengua de forma pegajosa y adherirse a ella con fuerza para no separarse nunca más.
Ethan es de la clase de persona que, si desea algo, no puede esperar para hacerlo. Si se trataba de un beso con la mujer que había soñado toda su vida, estaba seguro de que se abalanzaría como un perro rabioso para morderla y no soltarla jamás.
Aun así, no lo hizo.
No fue por no haber obtenido el permiso de la dama. Su desafío, al mirarlo directamente, era un permiso evidente. Esta señorita, nada inocente, sabía exactamente lo que estaba haciendo.
‘Atrévete a besarme’
Sí, supongamos que lo hace. Pero, ¿qué pasará cuando termine el beso? ¿Limpiaría ella de inmediato la marca de territorio de esta bestia para irse con los caballeros de sombrero de seda? Ella lo arruinaría para siempre y nunca volvería a mirar atrás.
A menos que él hubiera caído de la cima de la jerarquía al fondo, era imposible que Duquesa Kentrell fuera sincera con un plebeyo que no tenía nada más que una carta de aceptación a una universidad de prestigio, y para colmo, el hijo de un criminal. Él quería creer más que nadie que lady Evelyn era sincera con él, pero para eso, la seducción de esta mujer era demasiado ligera y juguetona.
Además, el Ethan Fairchild de hoy no era tan ingenuo como para esperar que un noble lo viera como un igual. Por supuesto, él sabía que el lugar de amante de la duquesa, o incluso solo un romance de temporada o una cita de una noche, era demasiado para este pobre diablo.
Sin embargo, Ethan era un renegado que, por naturaleza, no se conformaba con su lugar y siempre codiciaba lo que estaba fuera de su alcance. Él quería la vida entera de Evelyn Sherwood, no solo un instante.
Si correspondía al juego de fuego de una señorita noble llevada por el ambiente, lo único que quedaría sería él convertido en cenizas.
‘¿Acaso sangre es sangre? ¿Acaso por eso los hermanos me tratan a mí también como un juguete fácil con el cual jugar? Si no es así, sé clara con tus intenciones’
Ethan, que solo había estado succionando la marca de labios en lugar de fumar, aplastó sin dudar el cigarrillo en el cenicero y se levantó.
—Vámonos ya.
Eve no se subió a la motocicleta.
—Quiero caminar un rato.
Puso como excusa que necesitaba quitar el olor a cigarrillo de su ropa y, sin darle tiempo a Ethan para replicar, cruzó la calle hacia la playa.
Una mujer sola a altas horas de la noche. Un hombre que conoce de modales no tiene más remedio que seguirla.
En lugar del paseo marítimo que pasaba por delante del restaurante del hotel, eligió el muelle que se adentraba en el mar profundo. Estaban solos en el camino oscuro, donde las farolas se encendían cada diez pasos. Y solo Eve parecía estar ardiendo por dentro.
Ethan caminaba junto a ella con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, pero no había dicho una palabra desde hacía un rato. Su mirada seguía fija en el suelo. Parecía estar absorto en sus pensamientos.
‘Ethan, me pregunta qué estás pensando’
Ahora que sus sentimientos eran claros, era el turno de él de revelar su corazón. Ya habían hablado suficiente esta noche y ella no quería seguir prolongándolo. Por eso, le había dado una oportunidad de besarla con la expresión más descarada que pudo.
—¿Es esta la forma habitual en que comparten un cigarrillo?
Sin embargo, en lugar de besarla, se había mostrado irritado y se levantó primero.
Ser rechazada por un hombre era la primera vez en la vida de Evelyn Sherwood. No se sintió humillada. Simplemente no lo entendía.
‘¿Me rechaza? No puede ser’
El paseo terminó en medio del mar. Eve se apoyó en la barandilla y Ethan se paró a su lado. Su mirada estaba en el faro en la cima del acantilado, que, una noche más, iluminaba el mar negro sin peligro. Aunque no estaba mirando a otra mujer, a ella le molestaba.
‘¿Por qué pretendes no ver mis sentimientos? ¿Acaso tienes a otra mujer?’
Sabía que lo lógico era preguntar si tenía otra mujer, pero no lo hizo. Aunque la tuviera, de todos modos se convertiría en pasado, así que no había necesidad de preguntar. Eve estaba tan segura de sí misma. Sin embargo, ahora había cambiado de opinión.
—Ethan, en la universidad hombres y mujeres toman clases juntos.
—Así es.
—Entonces, ¿supongo que se flechan?
—Probablemente.
—¿Y tú?
Solo entonces Ethan bajó la mirada en diagonal y observó a la mujer que no dejaba de pincharlo. ¿Él estallaría primero…?
—Claro que he tenido citas. ¡Puf! O él estallaría primero.
—Bastante a menudo.
Ethan vio claramente el momento en que la comisura de sus labios, sostenida únicamente por el orgullo, se desplomó. La aguja en el medidor llamado Evelyn Sherwood, que se había agitado como una caña en la tormenta entre la sinceridad y el juego, comenzó a inclinarse hacia un lado.
—¿Tú les pediste tener citas?
—No, siempre fueron las mujeres primero.
No soy la primera.
Ahora no podía más que admitirlo. Su orgullo estaba definitivamente herido. Ya no había forma de recuperarse a menos que Eve fuera la primera de Ethan en algo.
La persona noble aprieta los dientes ante la humillación. Se engaña pensando que ella, acostumbrada a ser adorada como la única flor en el mundo, ha caído al nivel de una mujer común y corriente.
Pero esta señorita extraordinaria no actúa como lo haría una mujer común al ser humillada.
La mujer le atrapó la nuca con una mano, tiró de él y se puso de puntillas. Lady Evelyn juntó sus labios con los de Ethan, que exhaló asombrado ante la inesperada fortuna.
El beso fue suave, pero feroz. Esa era la razón por la que, mientras se acercaba, bebía sus labios y se separaba, e incluso ahora, lo miraba fijamente con los ojos muy abiertos.
—¿Hiciste esto también con esas mujeres?
Él lamió sus labios con sabor dulce con la lengua. Eran los celos más dulces del mundo.
Su corazón, que latía salvajemente y sin orgullo, agitaba todo su cuerpo. Pero, ¿y si esa carrera a toda velocidad lo llevaba a un precipicio? Ethan reprimió el impulso y se enfrentó a Lady Evelyn con la misma actitud feroz.
—Acaba de robar mi primer beso.
En sus ojos misteriosos, que ardían de celos, brilló el júbilo de un conquistador. Pero no duró mucho.
—¿Robar? Yo te di mi primer beso.
Ahora en los ojos de Ethan se asomaba el júbilo de un redimido, pero la mujer no le dio tregua y se dio vuelta tan pronto como le espetó aquello. Era comprensible que se sintiera indignada, ya que ella había sido la primera en besarlo, pero lo que recibió a cambio fue un trato frío, como el que se le da a un ladrón.
Ethan llamó a la mujer que se alejaba sin dudar, como si no le quedara ningún arrepentimiento por él.
—Lady Evelyn.
Ella no se detuvo.
—¡Eve!
En ese instante, Eve detuvo su paso.
—El que mi posición sea insignificante y mi orgullo sea barato no significa que mi amor sea un juguete que puedas usar a la ligera y desechar fácilmente.
Él solo era sincero.
—Pero si para ti no es más que un juego de fuego…
La sinceridad de ella seguía siendo un misterio. Ethan cerró los ojos con fuerza, ignorando el grito de su corazón, y pronunció las palabras que menos quería decir:
—Por favor, vete. No nos volvamos a encontrar jamás.
Eve no dio un paso adelante. Se dio la vuelta bruscamente y lo encaró. Sus ojos, en los que ardían a la vez la ira y la pasión, estaban húmedos.
—¿Un juego? No estoy tan holgada como para apostar mi vida a un juego de fuego.
Dice que está apostando su vida por él. Eve no le había confesado sus penas y planes de vida solo porque él fuera una pareja conveniente. Era una súplica para que la salvara.
—Para mí, este amor tampoco es ligero. Amarte es una caída para mí.
‘Entonces busca un salvador brillante, no a un don nadie como yo’
No pudo soltar eso.
—Y sin embargo, se siente como si estuviera volando.
Solo entonces Ethan se enfrentó por fin a la identidad del mareo que sentía cada vez que pensaba en Eve. La sensación de que sus pies se despegaban de la tierra de la realidad. Una sensación de elevación.
Si eso era amor para él, ¿no podría ser amor también para Eve? Quería creerlo.
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