Summary
—Aquafuran también es la diosa de la sabiduría y la belleza.
Murmuró lánguidamente, picándole la mejilla.
Ante eso, Siren se aferró con fuerza a la manta que cubría su pecho.
—No… no me provoques.
—¿Por qué?
—Yo no soy… así.
Ella era un monstruo.
Siren, que había lamido y lamido esa verdad para evitar que se formara la costra, conocía bien su lugar.
Fue entonces.
Las elegantes cejas del hombre se fruncieron ligeramente, y sus hermosos labios se entreabrieron.
—¿Crees que montaría algo feo?
—Eso es…—
—Si vas a tener pensamientos extraños, simplemente no pienses en absoluto. Solo súbete encima de mí y mueve tus caderas.
Seducida por la dulce voz, como si atrajera a una presa, Siren quería ser engañada.
Que soy bonita, que soy útil, que soy…
—Así es. Bonita.
El hombre sonrió.
—Eres justo la mujer adecuada para que una bestia como yo se aparee.